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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Teléfonos tontos y coches inteligentes

Los límites de la tecnología aplicada a la vida cotidiana son casi inimaginables, como se ha visto en el Mobile World Congress

Rosario G. Gómez
El presidente de SEAT, Luca di Meo, en el Mobile World Congress (MWC).
El presidente de SEAT, Luca di Meo, en el Mobile World Congress (MWC).EFE

Si los cálculos no fallan, a mediados de este año unos 5.000 millones de personas tendrán un teléfono móvil y tres cuartas partes de la población estará conectada a finales de la década. El smartphone es el emblema de la cuarta revolución, el rey de lo que el profesor de Harvard Business School Clayton M. Christensen denominó “tecnología disruptiva”. Abandera un cambio social de extraordinarias dimensiones que ya se está materializando en aspectos como la realidad virtual, los coches autónomos, la robótica o el Internet de las cosas.

A lo largo de esta semana, el Mobile World Congress de Barcelona ha sido el escaparate de las más avanzadas propuestas en el sector de la telefonía móvil. Los últimos modelos de LG o Huawei exhibidos en la feria tecnológica contribuirán a hacerle la vida más feliz a los adictos a Internet, los febriles usuarios del WhatsApp o los forofos de las redes sociales. Pero junto a esta tendencia, que impone estar permanentemente en línea, comienza a tomar fuerza esa otra corriente que aboga por darle al off y descolgarse de Internet.

Para ellos, el Mobile les invita a reencontrarse con el legendario Nokia 3310. Revivido tras su jubilación en 2005, este terminal recupera la esencia básica de un teléfono (hablar con otra persona). Su reencarnación ha sido un acontecimiento. Entre tantos móviles superinteligentes, el Nokia 3310 pertenece a esa generación de dumphones o móviles tontos, inútiles para leer los diarios, chatear, ver una serie de televisión o subir fotos a Facebook. Por si esto no fuera suficiente, tiene fama de ser indestructible: soporta todo tipo de accidentes, ya sea la caída desde un rascacielos o un balazo.

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Es difícil pensar que la legión de adolescentes y jóvenes que viven pegados al móvil abracen con entusiasmo el icónico Nokia 3310, pero es probable que enganche a ese 47% de adultos que, según una encuesta de la asociación GSM, únicamente utilizan el móvil para llamar y enviar mensajes SMS.

Aunque parezca raro, el Mobile ha mostrado también los cambios que se avecinan en el ámbito de la automoción. El smartauto y el smartphone están llamados a entenderse. Los coches del futuro estarán conectados a la nube, tendrán wifi y asistente de voz, la llave no será física sino digital y será posible enviársela por teléfono, como si fuera un simple mensaje, a otro conductor. Frenarán automáticamente si detectan un objeto fijo o en movimiento, ya sea un ciclista o un rebeco, estarán diseñados para cruzar los semáforos solo en verde y se podrán estacionar con las teclas del teléfono.

Los límites de la tecnología aplicada a la vida cotidiana son casi inimaginables. En Suecia, los inquilinos de un edificio inteligente se han incrustado bajo la piel de la mano un chip que les permite ahorrar algunas tareas vulgares como sacar las llaves para abrir la puerta de casa o pagar un bocadillo con un puñado de coronas. Un chip de identificación por radiofrecuencia, del tamaño de un grano de arroz, lo hace todo.

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