La vida de Diana de Gales, a través de su guardarropa
Una muestra en el palacio de Kensington, y que abre sus puertas este viernes, recuerda a la princesa en 20º aniversario de su muerte
Desde una romántica y recatada blusa rosa con lazada en el cuello, carta de presentación de la prometida del heredero de la corona británica en 1981, hasta los sofisticados y glamourosos modelos que subrayaron una identidad propia en tiempos de divorcio, la evolución del guardarropa de Diana de Gales hilvana la historia de una princesa que supo utilizar la imagen como su mejor arma. A punto de cumplirse el vigésimo aniversario de su muerte, una exposición en Londres despliega los diseños y el estilismo que convirtieron a la princesa en un icono de la moda y, probablemente, en la mujer más retratada de su tiempo.
La muestra, que se inaugura este viernes en el palacio de Kensington, última morada de Lady Di, no quiere entrar en incómodas disecciones sobre la atribulada biografía de una joven aristócrata que llegó a poner en jaque a la monarquía. Cada una de las 25 piezas exhibidas hablan, sin embargo, de sus diferentes etapas personales aunque, sobre todo, de cómo la moda contribuyó al diseño de una princesa. La tímida recién casada que posaba para los fotógrafos durante su luna de miel en Balmoral, con un conjunto de tweed demasiado holgado, todavía no había descubierto el poder de las cámaras. Pero aprendió rápido a utilizar el estilismo en su favor.
Todo lo que Diana de Gales llevaba puesto fue objeto del escrutinio desde sus primeras apariciones oficiales, aquellas en las que todavía abrazaba el clasicismo de los diseñadores británicos o esos vestidos de tono romántico con estampados floreados de David Sasson que repetía en sus visitas a los hospitales infantiles (aunque sin la pamela a juego, para resultar más accesible a los niños). Su vestimenta fue sofisticándose a medida que ganó en confianza, a pesar del deterioro de la relación con Carlos puertas adentro: bajó hasta el límite el escote de un vestido largo en satín rosa (firmado por una de sus modistas de referencia, Catherine Walker) que sin ese detalle hubiera emulado a las princesas de Disney. En aquel 1987, tanto ella como su marido ya tenían otras relaciones extramaritales.
La princesa sabía del impacto que tenían sus modelos en la prensa y el público (su aparición en una portada podía disparar un 40% la venta de ejemplares), y por ello “era muy activa en el diseño de su propia imagen”, explica la comisaria de la exposición, Eleri Lynn. Rompió convenciones, por ejemplo abandonando los guantes en pro del contacto directo con las manos, y causó sensación con modelos como el “vestido Elvis”, cuyo cuello subido de inspiración isabelina y pedrería recordaba al rey del rock and roll. O vestida de terciopelo azul por Victori Edelstein para su famoso baile con John Travolta en la Casa Blanca en 1985.
Otra de las piezas estelares de la muestra es el que ha sido apodado como “vestido de la venganza”, un arrebatador diseño negro de cóctel con el que comparecía en público en el mismo momento en que Carlos confesaba, allá por 1994, sus infidelidades en televisión. La Diana que se independizó tras la ruptura ofrecía su versión más seductora de la mano de firmas internacionales como Versace o Jacques Azagury, y que el reconocido fotógrafo Mario Testino capturó para la revista Vanity Fair poco antes del accidente mortal de París, el 31 de agosto de 1997. Con aquella sesión, Diana promocionaba la subasta de 79 de sus trajes en beneficio de la lucha contra el sida, una de sus causas que le merecieron el apelativo de “princesa del pueblo”. Fue el último gesto de una figura adorada por el público y por los diseñadores, que han contribuido en la exposición para homenajear a una mujer que hizo suyo el lenguaje de la moda.
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