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El fuego eterno

Girish Gupta

U NA ESPESA nube de humo ­contamina cada día los pulmones de los miles de habitantes de la ciudad de Qayara, a 60 kilómetros de Mosul. Desde el pasado agosto, la nube tóxica, omnipresente y continua, también ennegrece el pelaje (y causa la muerte) de alguna de las ovejas que pastan por los alrededores de esta región al norte de Irak. Este desastre medioambiental, provocado por la quema de los barriles de petróleo, ha sido el legado que los combatientes del Estado Islámico han dejado a la población después de perder la batalla contra el Ejército iraquí. La imagen fue tomada en enero, cinco meses después de que los yihadistas prendieran fuego a los depósitos de crudo.

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