Imperdonable
Las sentencias de la Gürtel me han producido alivio, pero sobre todo estupefacción por la alegría manifestada por el PP
María Dolores de Cospedal inauguró el decimoctavo Congreso Nacional del PP, afirmando que su partido ha apoyado siempre al Gobierno en el inevitable desgaste generado por el ejercicio del poder. De otros desgastes no habló, a pesar de que el mismo día que arrancó el congreso se dictaron las primeras sentencias del proceso de la trama Gürtel, contra proveedores y dirigentes de su partido. Pablo Crespo lo fue, aunque ahora nadie quiera acordarse, tanto como Milagrosa Martínez y Rafael Betoret. Entre los tres suman más de veintiocho años de cárcel, gracias a los testimonios de diversos empresarios valencianos que han reconocido ante el juez haber realizado, durante muchos años, pagos a cambio de contratos públicos, destinados a financiar ilegalmente al partido cuya secretaria general es, y al parecer seguirá siendo, Cospedal. Esto es sólo el principio. Después de la Comunidad Valenciana, el juicio se extenderá a otras comunidades autónomas, entre cuyos presidentes y expresidentes se encuentran los propietarios de algunas de las sonrisas más radiantes que han pretendido deslumbrarnos este fin de semana. Las sentencias de la Gürtel me han producido alivio, porque sería imposible seguir viviendo en España si los corruptos no ingresaran en prisión, pero sobre todo estupefacción, por la alegría con la que los compañeros de los condenados se han apresurado a sacar pecho por estar tan unidos y haber superado, según ellos, los errores del pasado. A lo mejor no se dan cuenta, pero su alegría es inconcebible, aunque no tanto como la involuntaria cooperación que les han prestado las peleas a garrotazos que han sacudido, sacuden y, a lo peor, sacudirán a la izquierda española. Eso sí que me parece imperdonable.
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