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Punto de observación
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ninguna renovación, mucha relación

La izquierda no parece estar en proceso de cambio, ni en España ni en el resto de la Unión Europea

Soledad Gallego-Díaz
Pablo Iglesias en la asamblea de Podemos. En plaza de toros de Vistaalegre. Foto: Luis Sevillano.
Pablo Iglesias en la asamblea de Podemos. En plaza de toros de Vistaalegre. Foto: Luis Sevillano.EL PAÍS

Si lo único que puede salvar a la democracia liberal es la renovación de la izquierda, como escribió el polémico filósofo Slavoj Zizek, y si es verdad que, perdida esa oportunidad, el peligro de un nuevo autoritarismo aumentará sin remedio, no se puede decir que este sea un momento de especial optimismo, por lo menos no en España ni en Europa.

La izquierda no parece estar en un proceso de renovación, ni aquí ni en la Unión Europea. Sobre todo si se piensa que esa “renovación” no es solo la aparición de nuevos partidos, por muy atractiva que pueda parecer, ni la acumulación de declaraciones más o menos brillantes de jóvenes o viejos dirigentes, sino la clara formulación de una serie de políticas capaces de restablecer la normalidad cuando el estado de excepción parece haberse convertido en la regla (basta con ver el tratamiento a los refugiados), los enemigos han sido convertidos en criminales y el individuo pasa a ser mercancía en el espacio público, como recuerda José María Ridao en su ensayo sobre el italiano Giorgio Agamben.

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El filósofo italiano ha advertido que si un día Grecia abandona la Unión Europea, la verdadera Europa estará en Atenas, no en Bruselas, pero aun así están volviendo a oírse discursos sobre la salida de Grecia de la zona euro (como solución económica, en lugar de la cancelación de parte de su deuda) y se vuelve a escuchar a determinados políticos y expertos economistas que defienden esa expulsión, sin atender al principio de que la economía es un instrumento útil, pero que “no puede saber ni decidir los propósitos que debe seguir”. Ese es el campo de la política.

Se supone que es ahí donde la izquierda debería ser capaz de ofrecer políticas claras encaminadas a revertir esa situación y a liberar a los ciudadanos de “la presión del miedo que sirve para prepararles para casi todo”. Pero si se presta atención al debate dentro de la izquierda europea y española, no parece que ninguna de estas propuestas esté asumida o elaborada, ni en España, ni en Francia o Alemania, ni en el ámbito nacional ni mucho menos como política europea dentro de la UE. En la mayor parte de Europa, el miedo al populismo está haciendo que quienes se sitúan a sí mismos fuera, metan dentro de ese saco a todo lo demás, hasta el punto de poner en peligro la pluralidad y el orden democrático que pretenden proteger.

En España los dos partidos que representan la izquierda en el ámbito estatal, Podemos y PSOE, están sumidos en querellas internas propias que no facilitan los debates sobre políticas concretas. El futuro de las dos organizaciones depende de sus respectivos congresos, por supuesto, pero también del de su adversario. Sea cual sea el resultado que se anuncie hoy en Vista Alegre II, Podemos necesitará saber quién gana las primarias del PSOE para diseñar su política a corto plazo y, en sentido contrario, puede que el resultado de Vista Alegre II influya también en quien ocupe la secretaría general del Partido Socialista. Los militantes del PSOE no valoran igual a Pablo Iglesias que a Íñigo Errejón, ni a la posibilidad de llegar a acuerdos parlamentarios con un Podemos dirigido por uno o por otro.

La fragmentación del escenario político español es tal que hasta el futuro inmediato del Partido Popular, o mejor dicho, de su Gobierno, depende en buena manera de lo que suceda en el PSOE y en Podemos. Que los populares completen su mandato o convoquen elecciones anticipadas depende más de los resultados de hoy y de las primarias socialistas que de la voluntad de Mariano Rajoy y de su flamante congreso.

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