El legado tecnológico de James Costos
CUANDO ATERRIZÓ en España, en septiembre de 2013, el embajador James Costos se estrenó con el escándalo del espionaje masivo de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, que no pasó a mayores. Tras los encuentros de rigor con el establishment de la diplomacia se zambulló en los asuntos bilaterales, como la llegada de cuatro destructores a la base de Rota y la instalación en Morón de una unidad de despliegue rápido de los marines. Pero siempre tenía en mente las palabras que le dijo el presidente Obama antes de venir: “Traza relaciones a todos los niveles; abre las puertas de tu casa y deja que entren”. Y a él, como ejecutivo de la cadena de televisión HBO curtido en la empresa privada, eso era lo que realmente le gustaba. Quería hacer algo más, abrir la Embajada y convertirla en una plataforma para ayudar a jóvenes con iniciativa.
Un grupo de emprendedores, chamberí valley, comenzó a reunirse en 2010. Sus caminos y el de costos se cruzaron en 2014.
No muy lejos de la sede diplomática, en el barrio madrileño de Chamberí, un grupito de innovadores peleaba desde hacía años contra los elementos para sacar adelante sus empresas tecnológicas. La palabra emprendedor ni siquiera existía. “No teníamos relación con nadie. En Silicon Valley se conocen todos. Se apoyan. Aquí no teníamos ni un hombro sobre el que llorar”, recuerda Miguel Arias, de 38 años, director operativo de Carto, empresa que combina big data y geolocalización. Pero miró a su alrededor y descubrió a sus semejantes: a María Fanjul (entonces cofundadora de Step One, compañía que ayudaba a empresas españolas a implantarse en Silicon Valley; pronto se convertiría en CEO de entradas.com y acabó fichada por Inditex para su negocio digital) y a Alexis Bonte (curtido en lastminute.com; después al frente de la start-up de videojuegos eRepublik; y hoy asesor del fondo de inversión Atomico, propiedad de un cofundador de Skype). Muy pronto llegaron otros, como Ander Michelena (Ticketbis), Iñaki Arrola (fundador de coches.com y hoy gestor en el fondo K Fund) y Aquilino Peña (otro inversor de prestigio en capital riesgo). Todos bregaban en el mismo barco. Se bautizaron Chamberí Valley. Y celebraron la primera reunión en 2010, cuando España era aún un agujero negro para las start-ups.
Los caminos de James Costos y Chamberí Valley se cruzaron en abril de 2014. El embajador invitó a un café en su residencia a ocho personas muy diversas, entre ellos al núcleo duro del grupo. Les pidió que le resumieran sus trayectorias, por qué habían dado el paso para hacer algo nuevo. Al final preguntó: “¿Cómo puedo ayudaros?”. Ellos le solicitaron que tendiera puentes con Estados Unidos para ayudar a las start-ups españolas a escalar, a tener acceso a contactos, talento, inversores y casos de éxito; y también ayuda para que las instituciones españolas comprendieran la importancia de la cultura emprendedora. Hablaron de crear una actividad “íntima”, donde se tejieran lazos a puerta cerrada. Sin ponentes. En el que todos fueran iguales.
En junio de 2015, Costos inauguraba un evento bautizado Incubed o IN³: juntó a innovadores, inversores e instituciones para “crear conexiones”. “Me dijisteis que queríais acceso a Silicon Valley. De acuerdo: os he traído Silicon Valley”, afirmó. Se reunieron un centenar de invitados, mitad estadounidenses, mitad españoles. La estrella fue Eric Schmidt, presidente ejecutivo de Alphabet, la matriz del conglomerado Google (“teníamos amigos comunes”, explica James Costos). Vinieron representantes del mayor fondo de inversiones, BlackRock; y figuras como Ken Howery, cofundador de PayPal, y hoy parte del Founders Fund, inversor en Spotify, Airbnb y Space X. Había españoles de la primera ola de Internet en España, como Jesús Encinar (Idealista.com) y Marta Esteve (TopRural.com y SoySuper.com). Y desconocidos que comenzaban a despuntar. El ecosistema Costos había comenzado a rodar.
“Mi país fue construido por aventureros hechos a sí mismos que encontraron oportunidades ilimitadas a través de la creación de empresas. Esa historia continúa hoy: 17.000 millones de dólares de nuestra economía se generan a partir de negocios que no existían hace 20 años”, apunta Costos.
“al crecer en una ciudad pequeña, me di cuenta de que cada persona que te encuentras puede acabar ayudándote”, dice costos.
Ha pasado año y medio y el embajador se prepara para abandonar el cargo. A lo largo de este tiempo, ha seguido apuntalando su ecosistema. Mimándolo como un bonsái. Conectando gente. Emprendedores con inversores; con grandes compañías; con Estados Unidos. Y con el epicentro mundial del fenómeno start-up: Silicon Valley. Esta tarde de diciembre asiste a uno de estos talleres. “El objetivo de la conferencia es que empecéis a trabajar juntos. Seréis más grandes como país si funcionáis como un todo”, dice Costos a la audiencia. Cada uno de los asistentes ha recibido una invitación personal de la Embajada. Llevan su nombre en una pegatina sobre el pecho, al estilo de las reuniones del mundillo start-up. Pero esto es algo más. Ya no va de desarrolladores con una idea y un portátil, sino de crecer. De escalar. De competir en el mercado global. En la ronda de presentación, la treintena de invitados exponen quiénes son. Es una fauna diversa. Hay inversores de fondos millonarios. Fundadores de compañías. Directores de espacios de coworking, aceleradoras, asociaciones de apoyo al emprendedor. Analistas. Miembros de la patronal y el Ministerio de Industria. Y hasta un joven trajeado enviado desde el Gabinete del presidente, Mariano Rajoy.
Es una curiosa mezcla de disruptores y establishment. A puerta cerrada. Cortesía de mister Costos, que una vez apuntado el objetivo, y de expresar lo “orgulloso” que se siente del “viaje” que han hecho, añade que se ve obligado a abandonarlos a mitad de la carrera. Es un misionero de Obama. Y con Donald Trump, su mandato expira. “Tengo mucho que hacer antes de que me larguen de España”. Hay risas. Una complicidad fuera de lo común. Después, James abandona el estrado de un salto. Y los deja solos. Porque de eso va la cita: “¿Qué hacemos ahora sin Costos?”. Es la pregunta que circula entre los asistentes.
Habla una profesora de la escuela de negocios IE (Instituto de Empresa). Comienza un ejercicio de design thinking, un proceso de búsqueda de respuestas muy en la línea de la nueva economía. La docente lanza dos retos: “¿Cómo podemos convertir España en un núcleo de referencia en innovación? ¿Cómo podemos dinamizar y reforzar el ecosistema innovador?”. Divide a los asistentes en grupos. Cada uno con una pizarra. Y un cargamento de post-its, rotuladores y pegatinas. En uno de los corrillos se devanan la cabeza el presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios, el consejero delegado de Mobile World Capital, la responsable de Facebook en España y dos de las primeras personas con las que trató Costos cuando comenzó a enterarse de lo que se cocía en España: Iñaki Arrola y Miguel Arias, que toma la iniciativa y escribe en la pizarra lo que, en su opinión, necesitan construir: “Un relato común”.
Arias representa a uno de los organismos ya maduros del ecosistema. Su empresa, Carto, está ubicada en el Palacio de la Prensa, en plena Gran Vía. Un eslogan en la entrada describe el empeño de la compañía: Make the invisible visible. Arias explica: “El vicealcalde de Nueva York desayuna Carto cada mañana”. Ellos explotan, analizan e interpretan datos en función del vector de localización que necesita su cliente. Proporcionan a sus usuarios mapas con los que tomar decisiones. Sean índices de altercados violentos por distritos. Enfermedades. O la simple compra de sudaderas. La empresa, dice Arias, tiene mucho que ver con la primera ley de la geografía: “Todas las cosas están relacionadas entre sí, pero las más próximas tienen una relación mayor que las distantes”. Su caso sirve para hablar de lo sucedido en España en la última década.
“Grandes patriotas”, los llama Costos. Como Carto, entonces embrionaria y hoy con oficinas en Madrid, Londres, Nueva York y Washington, uno de sus inversores (Salesforce, entre los líderes de computación en la nube) se fraguó gracias a las relaciones de Incubed. Y en septiembre de 2015 (tres meses después) logró cerrar una ronda de financiación de 20 millones de euros. O como Glamping Hub, start-up de Sevilla que conforma una de las mayores comunidades en la búsqueda de alojamientos singulares en la naturaleza. Con gran implantación en Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, su creador, David Troya, fue uno de los primeros emprendedores que conoció el embajador. Costos visitó su sede en 2014 y se “obsesionó” con la historia de este empresario en Andalucía. Le propuso que escribiera directamente al Rey. “En Estados Unidos”, insistió Costos, “le escribimos una carta al presidente y le decimos: ‘Eh, quiero compartir mi historia contigo”. Troya, con humildad, miró para otro lado. Cuando Costos inauguró Incubed, anunció en público que Troya se encontraba sentado en la mesa con el rey Felipe. “Era una declaración de intenciones”, recuerda Costos. “Necesitábamos romper las barreras del protocolo y esa segregación por niveles”.
“el legado que quiero dejar es esta inversión en la próxima generación”, asegura el embajador antes de su marcha.
La suya propia, relata el embajador Costos, “es una verdadera historia americana de gente con valores”. De origen griego, fue bautizado como Dimitrios Costopolous. Sus abuelos emigraron desde Tesalónica y el Peloponeso. Sus padres se conocieron en un edificio de “clase media baja” en Lowell, Massachusetts. Allí nació. Su progenitor formó parte del primer grupo de marines en Camp David. Y él fue el primer universitario de la familia. Estudió Ciencias Políticas. Se fue a probar suerte en Nueva York. Montó a los 25 su primera empresa, dedicada a la búsqueda de empleo. Allí vivió 16 años. “Me mudaba casi cada año. Cuando era capaz de conseguir que me fuera algo mejor”. Cambió al sector del lujo. Trabajó para multinacionales europeas. Tras el 11-S se mudó a Los Ángeles. El nuevo escenario fue un reto. Pasó año y medio sin empleo. Arrancó otra empresa. No funcionó. Y en esa transición, el mejor consejo se lo dio una directiva de Disney: “El negocio del cine es similar al del lujo. En uno tratas de vender un bolso. En el otro, entradas”. Según Costos: “Al crecer en una pequeña ciudad, me di cuenta de que cada persona que te encuentras puede acabar ayudándote”. Entró en un estudio de cine recién nacido. Luego lo fichó la cadena de televisión HBO, donde trabajaba cuando Obama le nombró embajador.
Hay una expresión que Costos usa a menudo: “Polinización cruzada”. Disfruta generando el clima para hacerla posible. Sea un evento a puerta cerrada o en sus fiestas en la Embajada, multitudinarias y transversales. “Fiestas con un propósito”, las denomina Izanami Martínez, CEO de Doctor24 (plataforma que pone en contacto a médicos y pacientes) y presidenta de la Asociación Española de Start-ups. Martínez recuerda la primera a la que asistió, en 2014. Se fue a las seis de la mañana. Por allí circulaban Alaska y Mario, Miguel Bosé, Boris Izaguirre. Y algunos colegas suyos del sector de las nuevas tecnologías. En el segundo evento Incubed, celebrado en junio del año pasado, de nuevo con invitados de ambas orillas del Atlántico, se dieron cifras en auge: las start-ups habían captado en 2015 más de 500 millones en inversión de capital riesgo, casi el doble que en 2014; 13 de ellas superando la barrera de los 10 millones; el sector digital cerraría 2016 sumando el 3,1% del PIB en España (35.000 millones). Y enseguida se comenzaron a ver exits (ventas) de algunas de esas empresas recién nacidas. Como Ticketbis, dedicada a la reventa de entradas, que eBay compró por 147 millones de euros; y Trip4Real, plataforma de contacto entre turistas y expertos locales, adquirida por Airbnb.
Un exit es una inyección de vida al ecosistema. Lo explica Ander Michelena, de 33 años, cofundador de Ticketbis: “El dinero atrae más dinero. Los inversores ven que existe rentabilidad”. En su caso, una parte de la venta la ha destinado a una oficina de inversión: ya ha puesto su simiente en seis start-ups españolas. En palabras de Gloria Molins, fundadora de Trip4Real: “Estamos generando crecimiento de la economía. El embajador ha tenido clara la importancia de los emprendedores para la sociedad. Ha sabido acercarse y escucharnos. Nos ha juntado con empresas de alto prestigio. Soy fan total”.
Lo que más sorprende de la relación de los emprendedores con Costos es la confianza. En la sesión de fotos hay abrazos, palabras emotivas: “Te vamos a echar de menos”. La cita tiene lugar en el campus madrileño de Google, donde se celebró el primer Incubed. Y Meghan Mercier, agregada económica de EE UU, juguetea con el bebé de Izanami Martínez mientras su jefe posa con el grupo. Lluc Martí, de 30 años, explica el origen de esta cercanía: “La Embajada es la ayuda más grande que he tenido en el ámbito institucional”. Ingeniero curtido como desarrollador de bólidos de alta gama, en 2010 concibió Plactherm, un suelo radiante formado por baldosas inteligentes. Cada placa funciona de forma independiente, va conectada a un ordenador, genera información sobre calor y consumo, y un ahorro de energía cercano al 30%. Lo compara con una cocina: “Para freír un huevo, uno no enciende los cuatro fogones”. Un proyecto multipremiado. Entre inversores y ayudas, ha recibido casi un millón de euros. Cerca del 60%, según Martí, se ha empleado en I+D. Estos días realizan sus primeras instalaciones en oficinas.
Martí tuvo noticias de Costos en 2015, mientras desarrollaba su idea en el Impact Hub, un espacio de coworking en Madrid. Un compañero dio su nombre a la Embajada. Y Mercier, la agregada económica, le invitó a una charla con un profesor de la Universidad de Georgetown, asesor de innovación de los Gobiernos de Canadá, Finlandia y Suecia. Poco después, le propuso asistir a una Cumbre Global de Emprendedores en Nairobi. También participó en Incubed. Y acudió a una recepción con el secretario de Estado, John Kerry. Tras su visita, este citó su invención como ejemplo de lo que está pasando en España. Martí resume la experiencia: “Un chute de que todo es posible”.
Según coinciden estos emprendedores, Costos reúne todos los valores para ser uno de ellos: “Fresco, informal, efectivo. Hace cosas de manera distinta. Y ha modernizado la Embajada”. Pero sin perder las tradiciones. Sira Pérez de la Coba, otra emprendedora, fue invitada a una cena de Acción de Gracias en la que Costos les juntó con alumnos de instituto. Les dijo: “Es vuestra oportunidad de llegar a la próxima generación”.
Pérez de la Coba, de 39 años, ingeniera con experiencia en Indra y Telvent, lidera la start-up Shazura. Con un pie en Madrid y otro en San Francisco, estos días cierra en Estados Unidos su ronda de financiación A (de hasta cinco millones de euros). Quiso ser astronauta y estudió en la Universidad Politécnica de Madrid. Se doctoró en Chicago, especializándose en visión artificial, donde desarrolló un algoritmo de compresión de imagen que, en sus palabras, “mejoraba el JPEG”. Desde niña piensa, sueña, recuerda de forma visual. Pretende dejar su impronta con algo a lo que muchos aspiran: plantarle cara a Google Imágenes a base de búsquedas sin palabras. En la estantería de la sede de su empresa se mezclan manuales de inteligencia artificial y catálogos de moda. Es una de sus aplicaciones: quiero un vestido parecido a este; se sube la foto; enter; y aparecen miles de resultados. Luis Reyes, su jefe de datos, físico curtido en el centro Goddard de la NASA, habla de las diferencias entre España y Estados Unidos: “Aquí, un estudiante sueña con entrar en una gran compañía. Allí sueña con montarla”.
Es lo que ha tratado de cambiar Costos. En su residencia, justo antes de su marcha, concluye: “El legado que quiero dejar es esta inversión en la próxima generación. Hay mucha oscuridad en el mundo. Gente alentando a hacer el mal. El ISIS reclutando entre los que se sienten desposeídos. Debemos ofrecer esperanza, consejo, ejemplos de éxito. Y espero que, en 20 años, muchos de los jóvenes que han pasado por esta casa puedan decirle al embajador del futuro: ‘Soy un líder empresarial, un artista, un político porque me inspiró aquel loco de James Costos”.
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