Sin voluntad política no habrá sostenibilidad
Por EQUO
Estas navidades han sido muchos los mensajes que se han lanzado desde diversas organizaciones, incluida la nuestra, sobre el hecho que otra manera de consumir es posible: más sostenible, que tenga en cuenta los derechos humanos en su proceso de fabricación, que no dañe el entorno, que reduzca los residuos, etc.
Sin embargo, a pesar de estos bien intencionados consejos, lo que queda es un aumento de consumo, de nuevo la basura llena de residuos brillantes sin reciclar, críticas por cerrar el centro para los peatones. Parece que los buenos propósitos se queden en eso, en buenos propósitos de año nuevo para que en 2017 seamos más sostenibles.
No es por no creer en las buenas intenciones de las personas, que por supuesto es fundamental si queremos cambiar las cosas, pero, en muchas ocasiones, a esas buenas intenciones es necesario darles un empujoncito. ¿Te acuerdas de lo que costó empezar a reciclar? Y ahora no nos imaginamos que todos esos contenedores de colores dejen de existir.
Las buenas intenciones necesitan del apoyo de unas políticas públicas que cuiden de las personas y del medio ambiente. Políticas valientes e innovadoras que no siempre gozarán de la aprobación de la sociedad; al menos hasta que su beneficio sea incuestionable y terminen por imponerse por la fuerza de la costumbre.
Hace apenas unos años que los comercios comenzaron a cobrar por las bolsas de plástico, y cada vez estamos más acostumbrados a llevar nuestra propia bolsa. Algo muy fácil, pero que muchas personas ni siquiera se habían planteado hasta que las bolsas de plástico dejaron de ser gratuitas. Vistos los beneficios, y cuando a la sociedad se le ha pasado el enfado por no recibir bolsita cuando va al hiper, son muchas las ciudades y países que están legislando en contra de las bolsas de plástico no reutilizables, y en Europa ya se han puesto plazos para reducirlas.
Y es que las medidas encaminadas hacia un consumo más sostenible suelen ser calificadas de impopulares. Si no, no se entendería la crítica a abrir el centro a los peatones en la ciudad de Madrid o a las restricciones al tráfico en caso de episodios de contaminación. Menos coches, menos contaminación, más espacio para el peatón, aire más limpio… los beneficios son muchos y apostar por una movilidad más sostenible es necesario para tener ciudades más sanas y habitables; eso sí, a golpe de legislación porque si no, parece que no dejamos el coche en casa.
Un ejemplo más de cómo la legislación puede ayudar a nuestro objetivo de ser más sostenibles, es la nueva norma que entra en vigor este enero y que obliga a las grandes superficies a coger los móviles y otros pequeños aparatos electrónicos para su correcto reciclaje, independientemente de que los hayamos comprado ahí. Y es que, solo uno de cada cuatro aparatos se recicla en España, y la denominada “basura electrónica” no para de crecer. Las facilidades para reciclar estos pequeños aparatos electrónicos deberían incidir en un aumento de las estadísticas de reciclaje y reutilización.
En las últimas elecciones muchos partidos incluyeron dos palabras que nunca antes habían aparecido en un programa político: Obsolescencia programada. Francia y la UE ya se están planteando legislar en contra de esta práctica, que no solo es una estafa para consumidores, sino una verdadera amenaza para el medio ambiente: explotación de más recursos y mayor generación de residuos. Esperamos que pronto el Congreso siga esos pasos, por lo menos desde EQUO trabajaremos para que así sea.
Y ya, como último ejemplo, una práctica que muchas personas mayores recuerdan, que desapareció, y que desde la Generalitat Valenciana están recuperando: el llamado SDDR (Sistema de Depósito, Devolución y Retorno), vamos eso de “devolver el casco” de toda la vida. Un sistema que está funcionando en países europeos como Alemania, con estupendos resultados.
Es urgente cambiar el modelo productivo y de consumo, por prácticas más sostenibles que no exploten ni los recursos, ni a las personas. Pero esto no sucederá si desde las instituciones y las políticas públicas no se da el empujón necesario.
Fotos: EQUO
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