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Barcelona según un psicogeógrafo

Las Ramblas, en Barcelona, son uno de los focos del turismo masivo en la ciudad.
Las Ramblas, en Barcelona, son uno de los focos del turismo masivo en la ciudad. Nikada (Getty)

CUANDO IAIN Sinclair empezó a escribir sobre gentrificación, nadie, ni él, usaba esa palabra. En 1975, este galés trasplantado a Londres publicó su experimental Calor de Lud, que ahora acaba de traducir el pequeño sello valenciano Fire Drill, y entonces recorrer a pie las ciudades y contarlas se consideraba un interés excéntrico. Ahora, en cambio, la propia disciplina se ha gentrificado. No se habla de otra cosa.

Sinclair es el principal representante de la psicogeografía, una disciplina hermana del situacionismo que busca señales ocultas en el tejido urbano. Escribe compulsivamente sobre Londres. El año pasado, Alpha Decay recopiló algunos de esos textos en un libro, La ciudad de las desapariciones, que recorre sus obsesiones de las últimas décadas: la autopista M25, cicatriz del thatcherismo; la Cúpula del Milenio, el panteón en el que Tony Blair enterró el nuevo laborismo y las instalaciones de Londres 2012. Ahora prepara The Last London (el último Londres), con el que espera “cerrar el círcu­­lo” y zanjar el tema.

El turismo en Barcelona es ya la segunda preocupación, según la encuesta municipal, por detrás del paro y muy por delante de la inseguridad ciudadana.

El autor está en Barcelona, invitado por el CCCB, y no podría llegar en momento más oportuno. El turismo es ya la segunda preocupación, según la encuesta municipal, por detrás del paro y muy por delante de la inseguridad ciudadana. Resulta difícil juntar a tres barceloneses sin que mencionen las palabras “Airbnb” o “Ada Colau” en los 10 primeros minutos. “Werner Herzog cree que el turismo es un pecado capital. Yo no puedo decir lo mismo, porque lo mío es una forma de turismo”, admite.

Le pedimos a Sinclair, ágil a sus 73 años gracias a las caminatas diarias, que nos acompañe a dar un rondo psicogeográfico por el núcleo que pisan los millones de visitantes que llegan a Barcelona cada año. En la plaza de Catalunya hay al menos ocho autobuses turísticos de techo descubierto frente al Zara más grande del mundo, recién inaugurado. “La última vez que vine podías ver la nube de polución subiendo desde el motor de los cruceros desde el final de las Ramblas. Lo que hacen los cruceristas cuando bajan, además, es lo opuesto a caminar. Es perseguir”.

Aunque el olimpismo en general le parece un montaje oligárquico-especu­lativo que “utiliza el deporte como cortina de humo”, no cree que la operación de Barcelona 92 fuera tan catastrófica como la de Londres. “Ayer volví al Parque Olímpico londinense, que es como una autopista gigante con unos extraños edificios en el centro, y lo primero que vi fue a unos inversores chinos disfrazados de Santa Claus sacándose selfies. Están construyendo un pequeño Shanghái con el consentimiento de las autoridades”.

Atravesado un tercio de las Ramblas, llegamos a la calle del Pintor Fortuny, en el Raval más aburguesado. En esta zona, el 83% de los pisos los adquieren inversores, según un informe de Tecnocasa y la Universidad Pompeu Fabra, y la mitad de los compradores son extranjeros. Sabe de lo que hablamos. “Me hice con mi casa de Hackney en 1968 por menos de 3.000 libras (unos 3.565 euros). Entonces nos decían que criábamos a nuestros hijos en un lugar peligroso. Ahora las casas en la misma calle se venden por 1,5 millones de libras (1,7 millones de euros). Ellos ya no pueden permitirse vivir en el barrio en el que crecieron y todo ha sucedido en una sola generación”. Hemos llegado al CCCB esquivando skaters, “buenos apropiadores del espacio urbano”. Después, Sinclair da su conferencia. Habla de las ciudades que desaparecen y termina con una cita de la película Sed de mal: “Tu futuro ya está agotado”.

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