Indefectible
Para Puigdemont, habrá referéndum; debe saber que el uso de las palabras casi nunca es gratis
Todos los escritores tienen alguna palabra que guardan celosamente en el armario de su cultura y que desean emplear alguna vez en su vida, conscientes de que su uso está muy limitado. La mía es “indefectiblemente”. Pero está claro que con una sola vez que la utilice, la habré gastado de forma indefectible. Y va el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, y me la chafa.
Indefectible es una palabra muy fuerte, que tiene un significado potente, que elimina cualquier posibilidad de que algo no se produzca. Indefectiblemente quiere decir, en esta ocasión, que el referéndum sobre la independencia de Cataluña se va a celebrar sea como sea.
Mercé Conesa, presidenta de la Diputación de Barcelona, y militante muy destacada del PDdeCAT, el mismo partido en el que milita Puigdemont, había puesto en duda la posibilidad de ese referéndum, basándose no sólo en los enemigos del mismo, sino en que finalmente hubiera alguna negociación con el Estado. Conesa había afirmado eso coincidiendo con el viaje de Soraya Sáez de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, a Cataluña con el explícito mensaje de que iba a negociar.
La palabra indefectible avisa aquí de que la vicepresidenta ha hecho un viaje en balde. No hay nada que negociar ni con quién hacerlo. El referéndum se hará y —como dicen algunos militantes destacados de Esquerra Republicana de Catalunya— ganará el sí.
Puigdemont y Homs saben cómo calentar manifestaciones. Pero ignoramos si saben cómo enfriarlas
Para avalar el sentido democrático de semejante posición, Carles Puigdemont ha hecho una referencia a la palabra “demócrata”, que figura en el nombre de su partido. Ha dicho que eso está en el ADN, herencia de CDC, el partido de Pujol que precedió a PDdeCAT. No hay que insistir mucho para que todo el mundo recuerde que CDC no se disolvió por un exceso de ADN democrático, sino por un exceso de corrupción, que había afectado a su propio fundador. Pero dejemos esas minucias.
Hay que decir a favor de Puigdemont que tenía la boca caliente por la intervención de algunos factores internos y externos. Desde luego, la gran manifestación que acompañó a Carme Forcadell a su declaración ante el TSJC. Pero también las palabras de Francesc Homs en Madrid a propósito del Gobierno y su costumbre de llevar al Tribunal Constitucional todas las decisiones del Parlament català.
Homs no se cortó un pelo e hizo una referencia a los tanques. España acabará enviando tanques a Cataluña, nos quiso decir.
Puigdemont y Homs saben cómo calentar manifestaciones. Pero ignoramos si saben cómo enfriarlas. Porque, todos sabemos que los tanques nunca pueden aparecer en Cataluña enviados por un Gobierno español sin que Felip Puig y otros prohombres de la defensa catalana hayan puesto en marcha sus planes para montar una guerra imposible para la que todavía no tienen submarinos.
Hasta el momento la movilización puesta en marcha por los partidarios del referéndum tiene sólo un valor tragicómico. Pero a estos dirigentes del PDdeCat se les puede ir la situación de las manos. Porque el uso de las palabras casi nunca es gratuito. Hay dos que Puigdemont y Homs deberían borrar de su vocabulario, que son tanque e indefectiblemente.
Dentro de todo este armazón mediático está jugando un papel también muy destacado Carme Forcadell. Junto a sus dos colegas masculinos, tiene una pugna muy reñida para ver quién emula mejor a Companys. Aunque esta vez lo va a tener mucho más complicado el ganador de la pelea emulativa con un Gobierno que va a actuar con el apoyo, todavía no abierto, de muchas fuerzas catalanas.
A Puigdemont, a Homs, y a Forcadell les tenía que alterar el juicio el hecho de que más del 50% de los catalanes se manifestaron en contra de la independencia cuando fueron consultados subrepticiamente sobre el asunto. Y que las encuestas que producen los propios organismos de la Generalitat insisten en que el apoyo a la separación total disminuye con cada nueva investigación.
La frontera de la legitimidad de la opción separadora no puede estar en el 50% más uno, sino en una mayoría franca y revocable que garantizara a los no separadores la permanencia de sus derechos políticos, y la pervivencia de su lengua, un asunto sobre el que las autoridades catalanas deberían ser muy sensibles, dada su experiencia durante los 40 años de franquismo. Y eso que, como contó Esther Tusquets, ellos también habían ganado la guerra.
Indefectiblemente tendrá que haber alguna negociación.
Jorge M. Reverte es periodista y escritor.
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