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MIRADOR
Columna
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Feliz año

La ruptura honorífica de Aznar con su propio partido es una victoria de la terapia rajoniana de vencer por aburrimiento

David Trueba
Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de España comparece en rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Ministros para hacer un balance del 2016.
Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de España comparece en rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Ministros para hacer un balance del 2016. © LUIS SEVILLANO ARRIBAS

Si hoy es martes, el comienzo del año parece reforzar la figura del presidente Rajoy. Las carreras de resistencia es lo que tienen, no son estéticamente bonitas, pero premian el tesón. Hace años en la Feria del Libro de Valladolid se me acercó una señora y me dijo: no conviene meterse con Rajoy porque es el único de nuestros líderes que no es un cantamañanas. Como buena vallisoletana, la mujer encontró la palabra perfecta. Y no, Rajoy no es un cantamañanas. Con lo que tiene esa hermosa palabra de descripción de alguien informal, fantasioso e irresponsable. Es un hombre realista y previsible. Ni siquiera en la acepción algo positiva de la palabra, que hablaría de un soñador ilusionado, Rajoy cuadra. El amanecer a él solo parece despertarle anhelos de café con leche. El tiempo ha demostrado que la mayoría de sus rivales tendían al cantamañanismo y en su exceso de ego se fueron eliminando a sí mismos con suicidios dolorosos. Por lo que se ve, en lo único que vamos a parecernos a los franceses es en la asombrosa capacidad de fragmentar a la izquierda hasta que cada partido y liderazgo sea una chirla en el océano.

La ruptura honorífica de Aznar con su propio partido es una victoria de la terapia rajoniana de vencer por aburrimiento. La desesperación histérica de Esperanza Aguirre, que le lleva a acusar a Carmena de boicotear la libre circulación de las personas y el libre aparcamiento de sus automóviles, acabará por llevarla a pedir el cierre inmediato de los CIE si posee algo de coherencia antisistema. Rajoy es un líder entre sol y sombra y los cantos al esplendor en la hierba le suenan a coñazo adolescente, cuando el resto de chavales soñaban despiertos mientras él planificaba un opositar en condiciones. Rajoy ha ido diseñando un país a su imagen y semejanza, un país que vibra con los esfuerzos deportivos mientras se pudre el conocimiento, se planchan las vocaciones y se lamina la cultura viva para festejar solo la muerta, cuyos autores ni disienten ni dan ya el coñazo.

En su comparecencia de fin de año Rajoy tuvo un rapto de orgullo cuando presumió de que 71 millones de turistas habían elegido España para sus vacaciones. Por algo será, exclamó. Nadie está seguro de que el sol, la línea de playa, el alcohol barato y las raciones servidas en terraza sean producto de un plan económico, social o de investigación y desarrollo. Pero hay algo de cierto en su euforia. Somos lo que somos. Y él es lo que es. Feliz año.

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