_
_
_
_
LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Dress code' sale de fiesta

La palabra “etiqueta” ya figuraba en el primer diccionario académico, y luego se llamó “etiquetero” al que gastaba cumplimientos excesivos

Álex Grijelmo
Eva Vázquez

Las invitaciones de cierto relumbrón a homenajes, fiestas o entregas de premios con gente de alto copete hacen constar ahora el dress code; escrito así, en inglés. Como si en español no hubiera palabras para traducir ni dress (traje, vestido, vestimenta, indumentaria, atavío…) ni code (código, regla, norma…).

El dress code es por tanto el vestuario, la forma de vestir, la ropa que se ha de llevar a un acto social; la “etiqueta” que, introducida aquí por los borgoñas (siglo XII), ya figuraba en el primer diccionario académico (1732) con este texto: “Ceremonial de los estilos, usos y costumbres que se deben observar y guardar en las casas reales”. Con el tiempo, la etiqueta se extendería a cualquier fiesta de cierta formalidad; hasta el punto de que se llamó “etiquetero” al que gastaba cumplimientos excesivos.

Pues bien, si hace siglos que se organizan actos sociales a los que cientos de invitados acuden vestidos conforme a lo que se espera de ellos, ¿cómo es posible que hasta descubrir lo del dress code no supiesen cómo indicar eso en las invitaciones y que sin embargo todos los asistentes cumplieran el protocolo?

Una de las razones puede radicar en que antes no se mencionaba ni dress code ni nada que se le pareciese. Las invitaciones solían poner: “Caballeros, traje y corbata; señoras, vestido largo” (por ejemplo). Sin más. Ahora, en cambio, a todo eso le precede el aviso dress code, como si hiciera falta para comprender el mensaje. Si ya se dice “caballeros, traje y corbata; señoras, vestido largo”, todos sabrán que ésa es la ropa recomendada por el anfitrión para que no desentonen. Añadir dress code es no añadir nada.

Algo parecido sucedió hace años cuando se empezó a incluir en las tarjetas de visita el correo electrónico. Se indicaba en muchas de ellas: “e-mail: fulanodetal@menganasa.com”. Pero ya quedaba claro que eso era un e-mail, con su arroba y su canesú. Antes de inventarse el cibercorreo, en las tarjetas se escribía la dirección de la persona sin que se pusiera delante “dirección postal”. Si se leía “Andrés Martínez Zatorre, nº 3”, ya entendíamos que era una dirección postal. Pues igual de innecesario resultaba eso de aclarar que se trata de un e-mail.

Entonces, ¿se escriben esos anglicismos para mejorar la comunicación sobre una fiesta a la que se nos convoca o sobre el correo que alguien nos facilita? No. Estamos una vez más ante un lenguaje que no pretende significar, sino connotar. Porque si se indica “caballeros con esmoquin, señoras con pamela”, cualquiera con dos dedos de frente (aunque los tape la pamela) sabe que se está señalando cómo ha de ir uno vestido al acto. ¿A qué viene, pues, añadir entonces e-mail antes, y dress code ahora?

Pues viene a lo mismo que el novísimo save the date (o “reserve la fecha”) que se escribe en el asunto de un mensaje para darse pisto al avisar a alguien con tiempo de que tal acto se va a celebrar tal día. Porque con ese save the date se dice también lo que cualquiera ya deduce al leer la invitación. Si usted ha recibido la convocatoria, entenderá que quien la remite desea contar con su presencia y, por tanto, se lo comunica con cierto margen. Si no quisiera que acudiese, no le invitaría.

Así que cuando se escribe e-mail, dress code o save the date de forma innecesaria, alguien se está tirando el folio. Pero oiga: si le ha invitado a su fiesta, tampoco vaya a protestar por esto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_