Miguel Araújo & António Zambujo, juglares portugueses para exquisitos
CANTAN BAJITO para no llamar la atención, y pocas veces, para no cansar, y sin promoción para no atraer multitudes. Más que fans tienen amigos y, con dos guitarras y dos voces, se dedican a la confitería fina. Los portugueses Miguel Araújo y António Zambujo se juntaron para cantar una vez, pero sin querer van a cumplir un año de actuaciones, siempre con el cartel de “no hay billetes”. Amigos desde casi siempre, sus carreras han discurrido –y discurren– separadas, pues solo coinciden en la bohemia noctámbula. Musicalmente Araújo, del norte (Maia, 1978) y Zambujo, alentejano (Beja, 1975), cada uno iba por su lado. Araújo ha dado un centenar de conciertos este año, Zambujo más de 150; pero en una noche de ginjinhas se les ocurrió unirse.
Amigos desde casi siempre, sus carreras han discurrido separadas, pues solo coinciden en la bohemia noctámbula. .
Araújo, más pop; Zambujo, más fadista. A los dos juglares portugueses les une un carácter tranquilo y una vida sencilla y sin multitudes, aunque, pese a sus esfuerzos, han conseguido lo contrario. Araújo salta de las guitarras al piano, del ukalele al chelo, mientras la voz única de Zambujo consigue ser Boris Vian y Maurice Chevalier, un fadista desdramatizado y un bossa-novista pasional; y cuando Zambujo se va por las nubes, Araújo lo rescata con su voz y sus guitarras desgarradas.
Tras el éxito de Rua da Emenda, Zambujo acaba de publicar Até pensei que fosse minha, con canciones de Chico Buarque, y pronto, pero sin prisas, editarán un doble con los históricos conciertos de este dúo accidental que, fiel a su vida improvisada y al miedo al compromiso, no prometen más conciertos juntos ni los descartan. No les gusta que los atropelle el éxito y sus prisas. Como dice Zambujo, “la prisa es enemiga de la perfección”.
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