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Frases extintor: cuatro expresiones que cortan de golpe cualquier discusión de pareja

No son mágicas, pero sí tienen efectos balsámicos cuando la cosa se pone tensa

Paul Newman y Joanne Woodward en un fotograma de "Desde la terraza" (1960)
Paul Newman y Joanne Woodward en un fotograma de "Desde la terraza" (1960)

Los enfados en las parejas llegan por muchos flancos. Un 45% de los desencuentros se produce por el reparto de las tareas domésticas, según un informe publicado por la firma de electrodomésticos Philips a principios de noviembre. Los asuntos económicos nos ponen de morros en un 26% de ocasiones, y el trabajo, en un 18%. Y por extraño que pueda parecerle, solo el 6% de las discusiones sentimentales tiene que ver con asuntos de celos o infidelidades.

Sin embargo, discutir no es lo mismo que pelear (por supuesto, siempre de palabra). “Discutir es bueno, casi inevitable, pero pelear es destructivo”, explica Javier Escrivá Ivars, director del Máster en Matrimonio y Familia de la Universidad de Navarra, y catedrático de la Universidad de Valencia. ¿El paso inicial para evitar los roces? Dejar de mirarse el ombligo y ponerse en la piel del otro. “La humildad, generosidad, el respeto y la empatía son elementos indispensables para convivir. Por más atracción y enamoramiento que exista, sin estos ingredientes de base la convivencia puede convertirse en un infierno”, comenta el profesor. Si aprendemos a escoger las palabras y los gestos adecuados podemos abortar cualquier disputa. Le damos cuatro ejemplos muy eficaces:

1.“Tienes razón en esto que dices...”

Cuando surge una discusión, muchas veces caemos en la trampa de, como dice el profesor Escrivá, querer vencer a la otra parte, y no el problema. Dele la vuelta a la tortilla y tienda la mano. Según Ferran Mestanza, profesor de mindfulness en Casa del Tibet y Casa Asia en Barcelona, “esta frase expresa la capacidad de reconocer puntos de encuentro con la otra persona, por lo que estamos reconstruyendo los puentes que el conflicto ha minado”.

¿Cómo acompañarla? Fernando Gordillo, profesor del departamento de psicología de la Universidad Camilo José Cela (Villanueva de la Cañada, Madrid), sugiere situarse frente a la persona con la que queremos hablar, “mirándola a los ojos, pero sin mantener la mirada fija por mucho tiempo porque podría interpretarse como un intento de intimidación”. También podríamos conducir lo que decimos rozando levemente el hombro o el antebrazo, para rebajar un poco la tensión y propiciar el acercamiento. “Estas conductas serán más eficaces si ya se han dado con anterioridad en un contexto relajado y positivo”, añade Gordillo.

2. “Me siento (así) cuando dices eso...”

Aproveche el momento para confesar abiertamente cómo se siente usted y crear un vínculo de confianza con el otro. “De esta forma, expresamos una responsabilización del propio estado emocional, sin culpabilizar al otro, por lo que evitamos proyectar el malestar personal y seguir ahondando en el distanciamiento entre ambos”, describe Mestanza. Es una forma muy elegante de participar en la discusión sin reprochar, lo cual predispone al otro a hacer lo mismo.

“Reducir la distancia interpersonal, suavizar el tono de voz y sincronizar de forma congruente la expresión facial con el contenido afectivo de la charla ayudan a reducir la tensión" (Fernando Gordillo, psicólogo)

¿Cómo acompañarla? “Reducir la distancia interpersonal, suavizar el tono de la voz y sincronizar de forma congruente la expresión facial con el contenido afectivo de la charla ayudan a reducir la tensión en conversaciones de contenido emocional”, afirma el psicólogo. Un buen manejo en este tipo de señales posibilitará el inicio de la conversación y, también, la solución de los problemas.

3. “Lo siento si te ha molestado. Cuéntame exactamente qué sientes y así puedo comprenderte mejor...”

Si usted es como la gran mayoría de los terrícolas, no tendrá una bola de cristal para saber exactamente qué le ocurre al otro ni por qué una situación que para usted es ridícula, al otro le resulta ofensiva. Pregúnteselo. “De esta manera, invito a la otra persona a hacer lo mismo que hemos comentado anteriormente. Se abre una vía para compartir un espacio de no agresión, pero sin caer en el otro extremo de la pasividad”, puntualiza Ferran Mestanza. Y muy importante: no aproveche lo que su pareja diga para utilizarlo en su contra. “Hay que ceñirse exclusivamente al desencuentro presente, sin recordar discusiones pasadas; debemos dejar hablar al otro sin interrupciones; no pensar que no tiene solución; no hablar en tono acusatorio; no compararle con los demás, ni ridiculizarlo, ni humillarlo; y tratar de buscar soluciones sabiendo disculpar, comprender y perdonar”, añade Javier Escrivá.

¿Cómo acompañarla? Lo más importante es mantener una postura que demuestre que tal y como expresan nuestras palabras, la otra persona es el centro de nuestra atención. “Evite desviar la mirada de manera repentina, para ver el reloj o contestar al móvil, por ejemplo, porque cuando una persona se muestra reacia a hablar sobre sus sentimientos, la más mínima desviación del foco atencional de su interlocutor estaría reflejando falta de interés. La interacción se dificultaría y, por lo tanto, también la solución del problema”, explica el profesor Gordillo. Proponer ir a un sitio tranquilo para sentarse y hablar es, según el experto, una buena opción: “Le estamos indicando que estamos dispuestos a dedicarle todo el tiempo que sea necesario”.

4. “¿Por qué no intentamos apoyarnos mutuamente?”

Si usted es capaz de acercarse de forma tan honesta, dejando atrás el yo para regresar al nosotros, habrá conseguido ganar muchos puntos para dar por zanjada la discusión. “De alguna manera, lo que se demuestra en esta intervención es una aspiración positiva a la que al otro se le invita a sumarse, culminando el proceso de transformación de una situación inicial de confrontación a una relación de cooperación”, comenta Mestanza.

¿Cómo acompañarla? “La ilusión por los planes establecidos se detecta de manera muy clara en la expresión del rostro, en este caso con suaves gestos de alegría. De nuevo, el contacto físico con la otra persona también podría ser adecuado, como agarrarle las manos mientras se planea el futuro”, señala el profesor Gordillo.

Porque no basta con saberse la lección un momento determinado. El consejo del especialista Ferran Mestanza: si de verdad aspira a transformar su vida y sus relaciones en algo mucho más positivo, “téngalo por objetivo y ocúpese de ello regularmente. No solo cuando las cosas van mal, sino que debe comprometerse con una práctica de cultivo interior de forma regular, como si de un hábito de higiene se tratara”. Porque, si como dice el profesor Escrivá, “una convivencia feliz consiste en superar con éxito los pequeños conflictos diarios”, una que sea felicísima exige tener la destreza no solo de resolverlos en medio de una tormenta emocional, sino de saber evitarlos antes de que surjan.

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