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La universidad de los campeones

Saúl Craviotto, doble campeón olímpico de piragüismo
y policía de profesión, también se ha alistado en la UCAM.
Saúl Craviotto, doble campeón olímpico de piragüismo y policía de profesión, también se ha alistado en la UCAM.Raúl Belinchón

SON HÉROES olímpicos españoles. Mireia Belmonte y Teresa Perales (natación); Saúl Craviotto, Marcus Cooper Walz y Cristian Toro (piragüismo); Joel González (taekwondo); Carlos Coloma (ciclismo de montaña)… Todos posan delante del altar de la iglesia de la UCAM, la Universidad Católica de Murcia, frente a un millar largo de estudiantes que abarrotan el templo. No suena el órgano, ni se utiliza el incensario de las ceremonias de consagración. Pero el aire está cargado de mística, deportiva y religiosa a partes iguales. Y los discursos evocan las gestas de Río 2016 en un tono épico, adobado de sentido de la trascendencia. “Fuera de Dios no hay nada. El deporte es instrumento de paz y concordia”, proclama José Luis Mendoza, laico del Camino Neocatecumenal –organización católica fundada por Kiko Gómez Argüello, y cuyos miembros son conocidos popularmente como kikos– y presidente de la Fundación San Antonio, propietaria de la universidad

“Por el deporte hacia Dios” bien podría ser la divisa de la autoproclamada “Universidad del Deporte” y también la jaculatoria en el rezo del rosario que Mendoza, padre de 14 hijos, practica a diario en familia. Porque el presidente y propietario de la UCAM es un forofo del deporte que se sulfura cuando pierden los equipos de su fundación, el de fútbol de Segunda División, que lleva el nombre de la institución académica; el Club Baloncesto Murcia, en la categoría máxima, o cualquiera de los que participan en los campeonatos universitarios. “Este tiempo solo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes. El mundo de hoy pide que seáis protagonistas de la historia”, predica el papa Francisco desde los paneles audiovisuales que emiten escenas culminantes de los triunfos olímpicos trufadas con mensajes evangélicos.

Iglesia de estilo barroco en pleno campus de la UCAM.

En esos vídeos, instalados en puntos estratégicos del recinto universitario, Ruth Beitia vuela en el salto de altura que le dio el oro, Maialen Chourraut ataca exitosamente las últimas puertas del canal de aguas bravas; Carolina Marín da los raquetazos definitivos de la final de bádminton; Eva Calvo propina la patada que le valió la plata en taekwondo; Lidia Valentín alza, exultante, las pesas de 75 kilos; Javier Fernández brinca, majestuoso, sobre el hielo en el ejercicio con que conquistó el campeonato del mundo de patinaje artístico… Todos ellos y muchos más, hasta 250 deportistas de élite, son estudiantes de la UCAM.

“fuera de dios no hay nada. El deporte es instrumento de paz y concordia”, dice el presidente de la ucam.

De un tiempo a esta parte, han ido recalando en la Universidad Católica de Murcia buscando el abrigo de las ayudas económicas y las becas académicas que les asegura un título universitario para el día en que sus carreras deportivas lleguen a su fin. Los recortes presupuestarios de la Administración han dejado a muchos deportistas a la intemperie y ahondado la brecha entre las expectativas creadas y los medios públicos puestos en juego. Es ahí, en esa grieta de desamparo, donde la UCAM ha encontrado la oportunidad de aplicar un modelo de mecenazgo privado, similar al de las universidades estadounidenses, y una oferta que casi nadie llega a rechazar. Si el deporte constituye su seña de identidad específica y la marca que les sitúa en el plano nacional e internacional, los olímpicos son el preciado capital de marketing social, religioso, político y económico, convertible en prestigio, influencia y poder.

La nadadora paralímpica Teresa Perales, ganadora de 26 medallas en los Juegos, en la biblioteca de la universidad y el marchista Miguel Ángel López, en el aula tecnológica.

“La vida del deportista es frágil. Puedes tener una lesión y quedarte sin nada tras 10 años de sacrificios y esfuerzos”, dice Saúl Craviotto, amplia sonrisa y brazos abiertos de par en par. “Necesitamos formarnos, pero compaginar los entrenamientos y las pruebas con la universidad es casi imposible. Soy patrullero de la policía y tengo una niña de dos años; imagínese el tiempo que me queda después del entreno. Si acepté la oferta de la UCAM es porque nos dan herramientas de estudio y flexibilidad. La confesionalidad del centro no me supone un problema”. El piragüista lleva tatuado Beijing 08 (oro) en un brazo y Londres 12 (plata) en el otro. Todavía no ha decidido dónde estamparse Río 16 (oro y bronce). “Estamos aquí por las facilidades que nos dan: el patrocinio y la beca”, ratifica Marcus Cooper Walz. Se muestra feliz, rodeado de estudiantes que quieren fotografiarse con él. “No fue la forma física, sino la cabeza la que me hizo remontar en el último tramo de la regata y ganar el oro”, explica. El modelo dual, deportivo y académico, parece llamado a resolver el dilema –“o te dedicas a tu vida deportiva o te dedicas a estudiar”– al que la paralímpica Teresa Perales, con 27 medallas en los Juegos, una menos que Michael Phelps, se vio confrontada en su anterior universidad.

“Una de las claves del éxito”, recalca el director de deporte de la UCAM, Pablo Rosique, “es que somos nosotros quienes nos adaptamos a las necesidades de los deportistas, y no al revés. Además de la beca indefinida y de poner nuestras instalaciones y preparadores deportivos a su disposición, les adjudicamos un tutor académico personal y les planificamos las materias de estudio, los ejercicios y exámenes en sistema online o semipresencial, pero siempre en función de su tiempo disponible. La mayoría cursa Ciencias del Deporte, pero algunas, como Ruth Beitia y Laura Gil [baloncestistas], hacen Psicología Deportiva, y otras –es el caso de Mireia Belmonte y Jennifer Pareja [waterpolista]– Publicidad y Relaciones Públicas. Para ellos, hacer un curso en dos años es ya una hazaña”.

El piragüista Marcus Cooper Walz, oro en Río, en el interior del templo.

La aplicación del modelo ha sido tan exitosa que la UCAM puede presumir de ser la segunda universidad, tras la de Stanford (EE UU), con más medallas olímpicas logradas por sus patrocinados. Siete de los nueve medallistas de oro en Río –la pareja de tenis Nadal y López es la excepción– portan la camiseta de la UCAM y participan en actos promocionales de la universidad, como contrapartida a la beca y al apoyo económico, un asunto este que la institución guarda bajo estricto secreto. “Tenemos 250 deportistas de élite con beca académica. El dinero va en función de sus necesidades. No hay un mínimo o un máximo”, se limita a decir Rosique. Aunque la preparación y el soporte económico principal de la flor y nata de los deportistas corre a cargo de los organismos nacionales y autonómicos del deporte –hay becas anuales de hasta 60.000 euros; el oro olímpico individual se paga a 94.000 euros; la plata, a 48.000, y el bronce, a 30.000– , la irrupción de la UCAM ha trastocado el mercado del mecenazgo deportivo y aliviado muchas situaciones personales.

Además de la beca, los deportistas tienen un plan de estudios adaptado a sus necesidades de entrenamiento.

Nada más extinguirse los fulgores olímpicos de Londres 2012, donde consiguió dos medallas de plata, Mireia Belmonte rompió con su club, el Sabadell, por falta de acuerdo sobre sus emolumentos, limitados hasta entonces a 2.200 euros mensuales. Disponía de una ayuda ADO (Asociación de Deportes Olímpicos) de 18.000 euros anuales, pero planteó públicamente la posibilidad de dejar la natación. “Me quedé sin club y aquí me dieron una licencia. Este es el mejor sistema para compaginar el deporte y el estudio. Elegí Publicidad porque me gustan los anuncios de la tele. Estoy en primer curso y estudio una hora diaria. Me viene bien mentalmente desconectar del agua”. Su tutora académica, María Miralles, asegura que es una alumna brillante: “Perfeccionista, no se conforma con el aprobado. El entrenamiento solo le deja tiempo para dormir y poco más, pero ella consigue sacar tres asignaturas por semestre, una proeza”.

José Luis Mendoza, fundador y presidente de la UCAM. En la segunda imagen, trastienda de la iglesia barroca, parte del antiguo convento.

Mucho más tras Río 16, cabe suponer que Mireia habrá multiplicado largamente la asignación de su anterior club. En la UCAM se da por sentado que la ayuda prestada a la nadadora cuando sopesaba abandonar ha resultado decisiva. El mecenazgo económico es la segunda clave del éxito de la Universidad Católica. En contraste con la penuria general del deporte universitario –“casi llegas a desear que los tuyos pierdan porque no sabes de dónde vas a sacar el dinero del premio”, admite el director deportivo de una universidad pública–, la UCAM parece nadar en la abundancia. “Hemos destinado ayudas al deporte por unos 30 millones de euros. Todo sale de los ingresos por las matrículas de los alumnos, que no llegan a los 100 millones anuales”, afirma José Luis Mendoza.

La ucam iNGRESA 100 MILLONES AL AÑO POR MATRÍCULAS DEL ALUMNADO Y DEDICA 30 A CAPTAR GRANDES DEPORTISTAS.

Además de arrasar en los campeonatos universitarios, la UCAM se ha incardinado en la administración política del deporte profesional gracias a su papel benefactor y a su estrecha alianza con el Comité Olímpico Español (COE), cuyo presidente, Alejandro Blanco, se deshace en elogios hacia Mendoza y reclama la desgravación fiscal para las empresas que inviertan en el deporte. “El de la UCAM es el modelo, porque el deporte necesita de la ayuda privada para ser competitivo. La ecuación inversión-rentabilidad en deporte es provechosa y la que más aporta a la marca España”, subraya Blanco desde el COE. De la mano de una personalidad singular como Mendoza, amigo de los papas Wojtyla y Ratzinger, a quienes hizo donaciones millonarias –“a título de óbolo para los pobres”, especifica–, y no sin polémicas ni conflictos, la universidad católica murciana ha experimentado un crecimiento extraordinario desde que hace 20 años abrió las aulas con 600 alumnos. Hoy cuenta con más de 18.000, 2.000 de ellos extranjeros, y 2.300 empleados.

La nadadora Mireia Belmonte charla con la tutora de sus estudios de Publicidad. En la segunda imagen, el piragüista David Cal, excampeón olímpico, en las instalaciones de la UCAM.

¿De dónde salió el dinero para comprar los 25.000 metros cuadrados del campus y transformar en universidad el convento de los Jerónimos que le fue cedido gratuitamente en estado ruinoso? ¿En qué fuente de inspiración bebió Mendoza para asumir individualmente una misión que nos remite al pasaje de la Biblia (Mateo 16:18) en el que Jesús le dice a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia?”.  “Compré las tierras y pagué los 16 millones de euros de la restauración del edificio con mi patrimonio y el de mi familia”, sostiene Mendoza. “Quería crear una universidad según el modelo anglosajón y apostar por el deporte y la evangelización en el amor de Dios, pero al principio no encontré ayuda dentro ni fuera de la Iglesia. Si hemos tenido éxito ha sido gracias a la bendición divina”.

Para el dueño de la UCAM, rezar y hacer deporte son imprescindibles en la vida: “Si no rezo, me muero, y sin hacer ejercicio, me falta la vida”. Es fácil imaginarse a Mendoza con el rosario en una mano y las pesas (el deporte que practica) en la otra.

Alumnos en unas jornadas sobre olimpismo.

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