Leonardo di Caprio y la frágil democracia de Malasia
Un escándalo de corrupción que salpica a la película ‘El lobo de Wall Street’ sacude al país
La frágil democracia malasia se tambalea. Se espera que mañana, sábado, miles de personas desafíen la prohibición de manifestarse y tiñan las calles de Kuala Lumpur de amarillo vistiendo camisetas de ese color con la palabra bersih, (limpio). Exigirán la dimisión del primer ministro Najib Razak, sospechoso de desviar a su bolsillo más de 700 millones de dólares del fondo de inversión soberano 1MDB. Es sólo una parte de los 3.500 millones que según Estados Unidos —que investiga un fraude en el que aún no hay acusados oficiales— se habrían volatilizado de una entidad financiera creada en 2009 para impulsar la economía local y que fue saqueada por Razak y amigos con la ayuda del fondo privado Petrosaudí International.
A través de él se blanquearon entre otros los 100 millones que sirvieron para producir El lobo de Wall Street, salpicando así a Leonardo di Caprio, la cara célebre de una saga de corrupción política cuya consecuencia más evidente es el retroceso democrático de un país que aparece en las noticias porque su primer ministro canta karaoke con su homólogo filipino Rodrigo Duterte, cuando el titular debería ser “se busca”.
Desde que este escándalo de proporciones grotescas saliera a la luz en 2013, Razak se ha dedicado a neutralizar a sus críticos: despidió a su fiscal general horas antes de que éste presentara cargos contra él por corrupción y lo cambió por otro a su medida; ha cerrado diarios, revistas y ha conseguido que su principal opositor, Rafizi Ramli, vaya a la cárcel. Además, una nueva ley antiterrorista permite el arresto de cualquier persona que le resulte incómoda.
Mañana las calles de Kuala Lumpur podrían convertirse en un campo de batalla entre sus partidarios, que vestirán de rojo, y sus críticos, de amarillo. Pero mientras Razak siga en su cargo, Malasia seguirá siendo una democracia en blanco y negro.
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