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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Frenar la misoginia no es cosa de mujeres

Clinton no consiguió impulsar el voto femenino que suele ser de mayoría demócrata en Estados Unidos

Berna González Harbour
La candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton.
La candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton.OLIVIER DOULIERY (EFE)

Las redes y la prensa se han llenado estos días de análisis más o menos acertados sobre el fracaso de Hillary Clinton a la hora de recabar el voto de las mujeres norteamericanas, que se supone deberían estar suficientemente indignadas como para cargar sobre sus hombros la hercúlea tarea de frenar al macho alfa que acaba de ganar la Casa Blanca. ¿Perdonen?

Los datos son ciertos: Clinton no consiguió impulsar el voto femenino que suele ser de mayoría demócrata en Estados Unidos. Según las encuestas realizadas a pie de urna en las dos últimas jornadas electorales, el 55% de las mujeres dio su apoyo a Barack Obama en 2012 frente al 54% que apoyó a Clinton en 2016, lo que en términos estadísticos supone mantener el nivel sin cambios significativos. El pinchazo en otros grupos sociales fue mucho mayor: el apoyo de los menores de 29 años a los demócratas pasó del 60% al 54% en estos cuatro años; el del habitante de ciudades pequeñas, del 48% al 34%; el de los hispanos, del 71% al 65%; y el de los negros, del 93% al 88%.

Porque no ganó Trump las elecciones, sino que las perdió Hillary Clinton, que se dejó seis millones de votos que fueron de Obama en 2012.

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 Es un debate recurrente en la literatura si existe una novela de mujer y la mejor respuesta suele ser que el factor mujer afecta tanto como nacer en Maputo o Valladolid, como tener 20 años u 80, como ser desgraciadas o felices, huérfanas o queridas, habitar en un suburbio polvoriento de Uruguay o en La Castellana. Es decir: mucho, sí, como otras muchas cosas más.

Las mujeres norteamericanas han votado como corresponde, marcadas por las circunstancias sociales que comparten con el resto de la sociedad y de las cuales el género es solo una. Hay muchos factores más, incluido su propia ideología.

Por ello conviene corregir el foco desde el que observar este factor: el auge de un líder machista como Donald Trump no lo pararán las mujeres (o no solo), sino los hombres y mujeres que decreten tolerancia cero a su misoginia. Legislar sobre el matrimonio gay no necesita un presidente gay, como derrotar a Hitler y su Holocausto no era tarea ni obligación de los judíos o entender y suscribir los acuerdos climáticos no requiere a un especialista en energías renovables. Huyamos además del simplismo: el machismo habita también en muchas mujeres, como el afán de conciliación e igualdad habita por fortuna en numerosos hombres. El corte aquí no es de género, sino de mentalidad.

Cerrar el paso al machismo y la humillación de las mujeres en esta nueva etapa de Estados Unidos, como cerrarlo a la islamofobia y la xenofobia en general, será una misión de hombres y mujeres, de musulmanes y cristianos, de ilegales mexicanos o de poderosos hombres blancos. Todos estamos concernidos y, aunque el mundo resulta más inquietante desde que Trump triunfó, también tiene interesantes retos nuevos.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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