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Las huellas españolas de Túnez

Arriba, el minarete de la Gran Mezquita de Testur, localidad tunecina donde se refugiaron judíos y moriscos.
Arriba, el minarete de la Gran Mezquita de Testur, localidad tunecina donde se refugiaron judíos y moriscos. Nicolas Fauqu (corbis)

BASTA UNA OJEADA a la Gran Mezquita de Testur para darse cuenta de que no es un pueblo más de los que puntean los verdes montes del norte de Túnez. Entre sus particularidades, las estrellas de David que adornan su minarete, un homenaje a los judíos que ayudaron a alzarlo, y un mensaje de paz y tolerancia poco habitual después de décadas de tensiones entre musulmanes y judíos a causa de Palestina. Debajo de una de sus ventanas se halla un reloj, algo frecuente en los campanarios de una iglesia, pero no en los minaretes de una mezquita. Esta, por su decoración con motivos florales y geométricos, recuerda a las de la península Ibérica durante el periodo de Al Andalus.

La localidad fue fundada por moriscos y judíos que huían en el siglo XVI de los bárbaros estragos de la Inquisición. Según cuenta la leyenda, tal era la nostalgia que sentían estos inmigrantes que decidieron que las agujas del reloj de su mezquita giraran en sentido contrario al normal, es decir, de derecha a izquierda. Toda una metáfora de su deseo de poder invertir el paso del tiempo y volver a su querida tierra. Más de cuatro siglos después, los habitantes de Testur expresan un gran orgullo por su pasado andalusí, que continúa impregnando sus costumbres, su gastronomía y su lenguaje.

El 'maluf' es la música que se llevaron consigo los moriscos de Al Andalus y que ha florecido en todo el norte de África.

Pocas personas saben tanto de la identidad andalusí de Testur como Bahri Boughanni, profesor de religión en el instituto de esta localidad y presidente del Club de Preservación del Patrimonio Histórico. ­Boughanni ha convertido su vivienda familiar, construida alrededor de un típico patio andaluz, en una especie de museo. “Nuestro origen andalusí está en todas partes, desde la forma y colocación de las tejas en las casas tradicionales hasta la costumbre de rociar con agua de azahar a los asistentes a una boda para bendecirlos, una clara influencia cristiana”, apunta Boughanni.

Este erudito, menudo e inquieto, recibe al visitante con una exhibición de especias típicas andalusíes, varias de ellas hechas a partir de la granada, uno de los frutos que los moriscos trajeron a Túnez. Entre ellos figura también el tomate, que se convertiría en la base de la ojja (vocablo derivado de “olla”), uno de los platos tunecinos más típicos. La influencia de la lengua española es abundante en el dialecto local, y no es difícil adivinar por qué unos roscos que ofrecen las pastelerías se llaman ujs dila siñura, o por qué una especie de gran pestillo con un final ovalado que protege las puertas del pueblo es el ganchu.

De todas las expresiones culturales andalusíes, por la que más estima muestran los habitantes de Testur es el maluf, la música que se llevaron consigo los moriscos de Al Andalus y que ha florecido en todo el norte de África. Precisamente este verano se ha celebrado el 50º aniversario del Festival Internacional de Maluf y Música Tradicional Árabe de Testur. Shakib Feriani, el director del certamen, concluye orgulloso: “Sin duda, somos la capital del maluf en Túnez”.

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