Agujeros en las paredes
LAS VENTANAS de Manhattan están de mal humor. Es el estrés de una ciudad muy competitiva: toda la vida dándose de codazos unas a otras para mantener su sitio en las fachadas, y poca movilidad social.
Las ventanas de París se calientan frente al hornillo como abuelitas en pantuflas. No bajan a por cruasanes porque les crujen las rodillas. Pero se consuelan mirando fotos en blanco y negro de cuando lucían caderas de escándalo.
En cualquier lugar, las ventanas son los mascarones de proa de nuestra soledad. Los marcos de la pintura de nuestros días. El indiscreto James Stewart les sacó el jugo en una vieja película de Hitchcock. Hoy existen leyes para denunciar a los voyeurs como Stewart. Pero se usan poco, porque de todos modos ya nadie mira.
La fotógrafa Gail Albert Halaban –colaboradora de Le Monde y The New York Times– ha decidido restituir esa mirada. Su proyecto Out My Window pone a los vecinos a observarse a través de sus ventanas y a mostrarnos lo que ven. El resultado es un descubrimiento asombroso: esos agujeros en los muros no solo sirven para que pase la luz. También pueden usarse para mirar a los seres humanos que habitan entre ellos.
Es increíble. Como la pantalla de un móvil, pero en grande.
Texto de Santiago Roncagliolo
pulsa en la fotoUna buhardilla parisiense.Manuel Vázquez
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