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La paradoja y el estilo
Columna
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El arrepentimiento

Mientras en Gürtel se hacían regalos, con las tarjetas black se satisfacían gastos. Como estos macrojuicios son simultáneos, las comparaciones son inevitables

Alicia Machado, miss Universo 1996, el pasado 1 de octubre en un acto en California.
Alicia Machado, miss Universo 1996, el pasado 1 de octubre en un acto en California. DANNY MOLOSHOK (REUTERS)
Boris Izaguirre

Viajé a Madrid para presentar la entrega de los premios ICON. Dormí todo el vuelo hasta que un atractivo azafato tuvo que sacudirme poco antes de aterrizar. Para despertarme me ofreció un ejemplar de EL PAÍS con la foto de los arrepentidos del caso Gürtel. Fue más efectivo que un chute de cafeína. Me espabilé con la fotografía del apuesto y arrepentido Jacobo Gordon, examigo de Alejandro Agag, el yerno del expresidente José María Aznar, y con su declaración ante el juez en la que contaba como Willy El rata, apodo cariñoso del exalcalde de Majadahonda, le entregó un sobre con 150.000 euros. Y Gordon fue al váter a contarlo. De inmediato sentí la curiosidad de saber si lo hizo de pie. O sentado. En cualquier caso, la cagó.

Da un poco de pena que el arrepentimiento vaya acompañado de un interés. En el caso de los implicados en la trama Gürtel, arrepentirse y señalar otros culpables podría restarles años de cárcel. Cuando te arrepientes de algún pecadillo en tu pareja, también lo haces buscando algo. Restablecerla o que no te jodan mucho. Pero la cara de los arrepentidos es penosa. Jesús de Galilea decía que el arrepentimiento es el camino para llegar al reino de los cielos. En Gürtel tenían otro Jesús, Jesús Sepúlveda, el exmarido de la política popular Ana Mato, que también te hacía llegar a un reino de regalos y comisiones.

Mientras en Gürtel se hacían regalos, con las tarjetas black se satisfacían gastos. Como estos macrojuicios son simultáneos, las comparaciones son inevitables. Gürtel era como la feria del regalo, donde todo sorprende y huele un poquito a nuevo. Y donde hay que aprovechar la ocasión. Encontraron una caja llena de pulseritas de plata y fantasía en una de las oficinas de la trama. Si caías bien, Gürtel te regalaba una corbata de Loewe o un bolso de Louis Vuitton. En cambio, los gastos de las tarjetas black eran menos obvios y hasta deslizaban cierto morbo. Los implicados en ese caso intentaron colar como gastos de representación compras de lencería en La Perla. Es delicado pero, ¿era para sus mujeres o para ellos?

Otro gasto de las black eran los viajes exóticos. Egipto, Punta Cana, porque siempre se dijo que viajar era la mejor manera de adquirir conocimientos y de estrenar lencería nueva. Lo que no hay, ni se necesita, es arrepentimiento y eso marca la diferencia con Gürtel, donde se trasiega con él sin contemplaciones.

Conozco a una mujer que no se arrepiente de nada, es Alicia Machado, miss Universo 1996, a quien Hillary Clinton mencionó en el primer debate con Donald Trump como víctima de los malos tratos del candidato republicano. Trump se defendió publicando una retahíla de mensajes en su cuenta de Twitter denostando a Machado, sugiriendo la existencia de un vídeo de contenido sexual que no la dejaba a ella como ejemplo de nada. Entre el primer debate y el segundo, Alicia Machado se ha convertido en el símbolo de la mujer latina en Estados Unidos, que ha sufrido vejaciones por ser mujer y por ser latina. Alicia estuvo en España formando parte del reality La Granja, de Antena 3, en esos días que eran los del apogeo de Gürtel. Crónicas Marcianas cursó una invitación a Machado para que narrara su tórrido encuentro con un periodista deportivo durante el encierro en la granja. Ese es el vídeo que quiere Donald Trump.

Alicia no veía tan claro acudir a nuestro programa. Extraoficialmente, Crónicas me envió para que la convenciera. Fuimos a mi gimnasio de Barcelona, pero Alicia no estaba de acuerdo en seguir hablando de lo que había sucedido en el reality. Tenía que convencerla pero decidí entenderla. No se arrepentía, no sentía que había hecho algo malo pero sí se percataba de que podía volverse en su contra.

Subidos a unas escaladoras me explicó cómo desde sus tiempos de miss Universo las ponía en la inclinación más alta, “para correr casi en vertical al suelo. Es la única forma de comer arroz con leche sin arrepentirme”, me confesó. Y entendí su vida. Nos despedimos sin desvelarle mi verdadera intención. Y eso nos hizo amigos hasta hoy. La noche antes del segundo debate me dijo: “Tengo 20 años intentando que la gente crea en mi historia, Boris. No me arrepiento de nada porque de allí viene mi fuerza. No puedo permitir que un hombre que me ha hecho tanto daño se salga con la suya”.

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