Etiopía, la hambruna evitable
Hoy ninguna emergencia alimentaria es producida sólo por una sequía. Las causas son políticas y económicas, y evitables
Me encuentro en Etiopía combatiendo la hambruna que azota la región, coordinando unidades terapéuticas de renutrición, proyectos de empoderamiento de la comunidad y la mujer en las zonas rurales de Meki y Gambo con la Fundación Pablo Horstmann y la ONG Alegría Sin Fronteras, en la región de Oromía.
Combatir la desnutrición no es dar de comer, no es hablar de sequía, no es mostrar la imagen de niños famélicos.
Puedo pensar que las hambrunas son debidas a las sequías para eximirme de culpa y dormir tranquilo. Acto sencillo. Puedo hacer distribución de alimentos y seguir con los ojos cerrados. La sequía agrava, es cierto, pero la hambruna es multifactorial, por ello no puedo combatir la hambruna sin hablar del conflicto etíope.
Combatir la desnutrición no es dar de comer, no es hablar de sequía, no es mostrar la imagen de niños famélicos
Hoy en día la hambruna es de causa política y económica, y es evitable. Debo analizar, estudiar, pensar, ser crítico. ¿Por qué una hambruna? ¿Por qué hoy? ¿Por qué en Etiopía?
Es cierto que la sequía provocada por el fenómeno de El Niño ha afectado, pero no es la única causa. También es cierto que el Gobierno no ha invertido en mejorar la situación agrícola de la que depende en 90% de la población en algunas regiones como en la de Oromía.
No me puedo eximir de responsabilidades. No puedo achacar toda la culpa de la hambruna a una sequía, hay que buscar también responsabilidades en una situación política, económica, social y no solo en Etiopía, sino a nivel mundial.
El país que nos vendían con un crecimiento económico del 10% se hace añicos. No se puede medir el desarrollo de un país tan solo con las cifras económicas y dar la espalda a la agricultura, la educación y el pueblo. No se pueden falsear las estadísticas ocultando y negando la realidad. La emergencia nutricional en Etiopía no es un desastre natural, es una muerte anunciada que se podía haber evitado.
No se puede medir el desarrollo de un país tan sólo con las cifras económicas y dar la espalda a la agricultura, la educación y el pueblo
Me encuentro en la región de Oromía, una gran desconocida, quizá ahora suene un poco más después del acto heroico de Feyisa Lilesa, maratoniano en las olimpiadas de Río. Feyisa Lilesa se ha convertido en icono de la protesta oromo. El gesto de alzar los brazos símbolo del encarcelamiento y opresión que sufre su pueblo ha dado la vuelta al mundo y ha puesto el conflicto oromo en el punto de mira, al menos por un día, o dos. La memoria humana es muy breve cuando hablamos de negros. Ha vuelto el silencio en los medios, pero en Etiopía, la situación sigue. Muchos Feyisas siguen manifestándose cada día, jugándose la vida en cada gesto. Se palpa la tensión, el miedo. El gobierno aplaca de manera contundente. Ha censurado Internet y las redes sociales. Y ante los manifestantes, muerte.
Y en el resto del mundo… silencio. Parece que Etiopía es un agujero de negros convertido en un agujero negro. Un país dónde los defensores de los derechos humanos son encarcelados o fusilados, y los opresores gobiernan. El silencio mundial es cómplice de ello. ¿Será porque son negros? Luego diremos, hipócritamente, que no hay racismo y que la vida de un blanco vale lo mismo que la de un negro. Sueño con que algún día al fin sea cierto, pero de verdad.
Por el momento, el pueblo sueña con la libertad y salir de una de las cárceles más grandes: Etiopía. Hasta que no demos el mismo valor a la vida humana por encima de nacionalidad, etnia, sexo, raza, religión… no puede haber justicia. Ni paz.
Iñaki Alegría. Fundador de la ONG Alegría Sin Fronteras y coordinador de proyectos médicos en Meki con la Fundación Pablo Horstmann.
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