5 fotosVivir en la ciudad, tratar con necios y otros hábitos que nos vuelven más tontosLos quejicas también restan puntos al cociente intelectual de quien los escuchaEva van den Berg05 oct 2016 - 09:57CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceParece que excederse en el 'multitasking', ese arte de hacer varias cosas a la vez, no agiliza precisamente nuestro cerebro. Según el neurólogo Earl Miller, del 'Massachusetts Institute of Technology' (MIT), nuestro órgano pensante no está diseñado para ello. Tiene un coste cognitivo y un alto gasto energético. La glucosa es el combustible del cerebro y la multitarea, dice Miller, impide el pensamiento profundo y creativo. Cambiar de actividad una y otra vez no permite profundizar demasiado. Acabamos partiendo de cero cada vez y, como resultado, los pensamientos son menos innovadores y más superficiales. Un ejemplo claro: si en medio de una tarea recibe un correo electrónico y lo lee, su cociente intelectual desciende 10 puntos de repente. Lo mismo sucede si hablamos con el móvil mientras conducimos. Poca broma.Las cosas que vemos, leemos u oímos nos influyen sobremanera. Así que si atiborra a su cerebro de temas basura, sin duda lo acusará. De hecho, el psicólogo Markus Appel, durante su estancia como investigador en la Universidad de Linz (Austria), hizo la siguiente prueba respecto a lo que se denomina “la influencia de los medios”. Invitó a un grupo de voluntarios a leer el guión de un falso 'reality show' en el que se narra la vida de un 'hooligan' bastante estúpido, y a otro grupo a leer la vida de un tipo sin nada especial que resaltar. Tras esa lectura, todos hicieron un 'test' de cultura general, y lo cierto es que los primeros sacaron peores calificaciones. Como decía el escritor estadounidense William Gaddis, la estupidez no es más que el cultivo deliberado de la ignorancia.No se rodee de gente negativa y quejica. Al igual que los programas basura estimulan nuestra estupidez. Exponerse a demasiados lamentos y descontentos no es nada bueno para nuestro buen funcionamiento mental. Robert Sapolsky, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (EE UU), ha observado cómo el hipocampo es extremadamente sensible a los estímulos negativos. Entre ellos, el estrés que causa la queja continua de aquellos que han hecho del lamento su forma de vivir. El emprendedor británico Trevor Blake describe a este tipo de personas en su libro 'Three Simple Steps: A Map to Success in Business and Life' y aconseja, entre otras, dos cosas: mantenerlas bien lejos y renunciar a querer cambiarlas porque la mayoría no quiere. Recuerde que si las escucha durante más de media hora (en esta categoría se incluye también a quienes critican continuamente a los demás), su nivel de cortisol se eleva como respuesta al estrés, lo que dificulta las sinapsis y acelera la muerte celular.El cerebro de las personas que viven en ciudades difiere de las que lo hacen en áreas rurales, según la investigación desarrollada por Andreas Meyer-Lindenberg de la Universidad de Heidelberg (Alemania). Ya se sabía que los urbanitas tienen un 21% más de riesgo de sufrir ansiedad y un 39% más de tener trastornos en su estado de ánimo. Pero ahora los resultados de Lindenberg concluyen que, además, determinadas áreas del cerebro, como la amígdala y el córtex cingulado, son mucho más hiperactivas en las personas urbanas en situaciones de estrés, porque las sufren mucho más a menudo. Eso genera cierta preponderancia a padecer enfermedades mentales en el futuro. Se calcula que, en 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades.En el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (EE UU), han comprobado cómo el acúmulo de dióxido de carbono en una habitación puede incidir en la rapidez con que se toman las decisiones. El experto en calidad del aire William Fisk dirigió un experimento en el que 22 participantes llevaron a cabo un 'test'. Objetivo: medir su capacidad de tomar decisiones en distintas sesiones y en habitaciones con distintos niveles de concentración de CO2 (todas ellas consideradas no perjudiciales), que ellos desconocían. A mayor concentración de CO2, menor agilidad para tomar decisiones. Otro estudio posterior, llevado a cabo por Joseph Allen, del Centro para la Salud y el Medio Ambiente de la Universidad de Harvard, además de corroborar esos resultados, refrendó la diferencia en el nivel cognitivo: es mucho menor en el ambiente que simulaba una oficina estándar que el que imitaba un edificio verde.