_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Al carajo

Si se nos pudiera fumigar, si se pudieran deshumanizar las calles con la facilidad con la que se desratizan las alcantarillas, colocarían veneno en cada esquina

Juan José Millás
Rita Barberá, exalcaldesa de Valencia y senadora, saliendo de su casa en Valencia
Rita Barberá, exalcaldesa de Valencia y senadora, saliendo de su casa en Valencia© MÓNICA TORRES

Así como los contribuyentes pensamos poco en lo que ocurre en las alcantarillas, la clase política apenas piensa en lo que ocurre en las calles. La calle es su subsuelo, el lugar por el que deambulamos como ratas los ciudadanos comunes. Si teníamos alguna duda, el espectáculo que vienen dando a lo largo de los últimos meses, lo demuestra. Usted y yo, desde la altura en la que viven los políticos, somos observados como roedores incómodos, de los que no se sabe por qué azar depende el destino de los que llevan un año cobrando por el mismo mitin. Al terminarlo, se introducen con expresión de tedio en la parte de atrás de un automóvil conducido, maldita sea, por uno de esos roedores que a lo mejor tiene el cuajo de votar a otro.

Si se nos pudiera fumigar, si se pudieran deshumanizar las calles con la facilidad con la que se desratizan las alcantarillas, colocarían veneno en cada esquina. No mucho, el justo para que sobreviviéramos un número capaz de generar, entre otros, los 7.000 euros del ala que se lleva Rita Barberá porque sí, porque se lo merece. Tal vez la desratización comenzó de hecho con la reforma laboral o con la ley mordaza que, si no acabaron con nosotros, nos dejaron un poco alelados, lo suficiente para que cambiáramos la indignación por la impotencia, el conformismo, la pasividad, la mansedumbre. Porque una cosa sigue siendo cierta, y más cierta ahora que nunca: que no nos representan del mismo modo que usted y yo, ciudadanos normales y corrientes, lejos de representar a la fauna de las alcantarillas, nos limitamos a evitar que abandonen su hábitat y a controlar su crecimiento. Ellos controlan el nuestro al tiempo de subirse 2.000 euros el sueldo por pasar del PP al grupo mixto. Váyanse al carajo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_