El secreto de la colina
RANAS MONOS, robles y anonos. Rodearse de naturaleza para contemplar el paisaje no es solo difícil. Vivir en un lugar inaccesible es un empeño muy caro. Los dueños de esta vivienda costarricense importaron de Minnesota un funicular para transportar los materiales –hormigón, vidrio, lamas de madera y acero inoxidable– con los que se levantó su casa. Hoy es su vía de acceso. Los propietarios, un médico alemán y su esposa estadounidense, conocieron este paraje entre Quepos y Manuel Antonio, al noroeste de San José, durante su luna de miel. Decidieron que aquel lugar denso de vegetación y con vistas que llegan hasta el océano Pacífico era donde querían regresar una y otra vez cuando nacieron sus dos hijos, hoy adolescentes. La vivienda –que bautizaron como Casa Elevada– es fruto de ese empeño. También es hija del trópico: para protegerse del sol emplea la vegetación y una cubierta amplia y ligera; para resistir la humedad, se deja atravesar por las brisas. El resto combina silencio, distancia y sencillez. Las vistas participan en la decoración y la naturaleza se convierte en aliado protector.
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