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“Mi jefe me obliga a hacerme el muerto”

Lupe de la Vallina

MIGUEL POPOCHO es administrativo en la empresa de muebles Termit SL, pero desde hace un año no ejerce su profesión. ¿El motivo? Según su jefe, en el último simulacro de incendio, el simulacro de humo le provocó un simulacro de muerte por simulacro de asfixia. Sus compañeros fingieron su funeral y desde entonces la empresa no le paga un sueldo.

Finge muy mal su muerte. Empezando por el hecho de concedernos esta entrevista. Nunca se me ha dado bien fingir, y menos una muerte. Nunca he estado muerto de verdad y no sé cómo se hace. Pero tampoco es mi trabajo. Se supone que soy administrativo.

¿Por qué le obligan a fingir su muerte si ya terminó el simulacro de incendio? Mi jefe, el señor Braulio, dice que esta empresa se toma la seguridad muy en serio. Y argumenta que, si yo fallecí en el último simulacro, tengo que ­asumir las consecuencias y dar ejemplo a los demás.

No es el único que se encuentra en esta situación. El último simulacro de incendio fue una gran tragedia. Perdimos la vida seis trabajadores por efecto de las llamas fingidas.

Coincidiendo con un ERE en la empresa. Las desgracias nunca vienen solas.

¿No le parece mucha casualidad? Sin el ERE, hubiera habido más gente el día del simulacro y quién sabe si más víctimas mortales como yo.

Tras su muerte, nadie le ha reemplazado en su puesto. Le confesaré que a veces mis compañeros se reúnen en la sala de juntas, siempre cuando don Braulio no está, y me invocan con la güija. Entonces aparezco y aprovechan para encargarme trabajo. Ellos no pueden con todo. Estos momentos son los únicos que me mantienen vivo. Al menos en su memoria.

Llámeme paranoico, pero me da la sensación de que su superior quería despedir a más gente ahorrándose indemnizaciones y el simulacro fue su gran oportunidad de negocio. El señor Braulio no sería capaz de matar a nadie para ahorrarse un solo euro. Es una acusación gravísima.

Pero se ha ahorrado seis sueldos con la excusa del último simulacro. Tendría que haberle visto llorar en mi simulacro de funeral.

Puede que fueran simulacros de lágrimas. Nadie podría actuar con tanta frialdad. Ni siquiera yo, que estoy muerto.

A raíz de su muerte lo ha perdido todo. La casa, la familia… Mi mujer se enfadó mucho cuando llegué a casa después del simulacro y le dije que había muerto. “Si no estuvieras tan gordo, habrías podido escapar de las llamas”, me gritó. Intenté llevar el tema del modo más sensual posible, como en Ghost. Hasta compré arcilla para hacer un botijo con ella. Quería ser un buen fantasma. Pero nada. Me echó de casa con un supuesto exorcista que ahora es su marido. Si no estuviera muerto, le diría que este hombre me ha jodido la vida.

Y desde entonces vive en la oficina. No vivo en la oficina porque estoy muerto, a ver si se entera. Pero sí, lo que quiere usted decir es que duermo aquí y que me alimento de las chocolatinas que caen al sacudir la máquina de vending. Espero que en el próximo simulacro no se muera nadie más porque ya somos seis fantasmas y las instalaciones se nos quedan un poco pequeñas.

¿No ha pensado en buscarse una vida en otra empresa? Tal y como está el panorama, con casi 50 años y encima muerto, es muy difícil que me contraten en ningún sitio. Mandé el currículo a la productora de Iker Jiménez, pero no me han contestado aún.

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