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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Los retos de una paz duradera en Colombia

Por Thomas Mortensen,Coordinador deInspirActionen Colombia.

Foto: Christian Aid/Paul Hackett

No me atrevo a llamar paz al futuro que se avecina porque aún falta el desarme del ELN, la desactivación integral del paramilitarismo, así como el combate y la reducción del crimen organizado en Colombia, pero desde luego los acuerdos de paz abren esperanzas respecto a cambios estructurales en el país” señala Claudia Julieta Duque, corresponsal en Colombia de la emisora radial por Internet de derechos humanos Radio Nizkor.

Tanto Claudia, a la que apoyamos a través de su socia local Brigadas Internacionales de paz Colombia, como muchas otras defensoras de los derechos humanos en el país y víctimas del conflicto saben que, a pesar del entusiasmo que estos días se apodera de Colombia, queda mucho camino por recorrer aunque tienen claro su firme compromiso con el Acuerdo de Paz. También son conscientes de que si el proceso fracasara podrían pasar muchos años hasta que la sociedad colombiana estuviese preparada para un nuevo intento y mientras tanto podría haber millones de nuevas víctimas.

El primer reto va a ser que la sociedad colombiana vote “Sí” al Acuerdo mediante el plebiscito promovido por el Gobierno. Aunque somos optimistas, el odio que existe hacia las FARC genera dudas sobre una contundente victoria del “Sí”. Independientemente del resultado, las FARC ya han anunciado que no van a retomar las armas pero si la sociedad colombiana votara en contra, el Acuerdo perdería mucha legitimidad política y fuerza jurídica, lo que supondría un riesgo para su implementación.

El Acuerdo de Paz pretende cambiar algunas de las estructuras injustas que han alimentado el conflicto durante más de 50 años y se complementa con medidas específicas para asegurar el derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Aunque el documento no es perfecto, sí contiene un elemento muy importante: no habrá amnistía por graves violaciones de los Derechos Humanos (incluida la violencia sexual), tanto si han sido cometidas por las FARC, las fuerzas del estado u otros actores.

La desmovilización de la guerrilla de las FARC supone el fin del conflicto armado interno más duradero del mundo que ha causado la muerte de más de 200.000 personas, 25.000 secuestros y más de 7 millones de desplazados. Los enormes esfuerzos realizados por el Gobierno y las FARC para alcanzar este Acuerdo deben ser reconocidos, a pesar de que hay fuerzas políticas de la extrema derecha, liderada por el expresidente Álvaro Uribe, que se han opuesto al proceso de paz. El odio hacia las FARC está muy enraizado en la sociedad colombiana y muchas personas se niegan a reconocer que la única solución viable es un final negociado.

El hecho de que haya fuerzas políticas con mucho poder opuestas al Acuerdo de Paz es una de las razones por las que podría fracasar. Colombia ya ha vivido numerosos procesos de paz fallidos. A finales de los años 80 y principios de los 90, un partido de izquierdas -Unión Patriótica- con raíces en las guerrillas fue “exterminado” por una coalición entre los paramilitares y algunos agentes del Estado. Como es lógico muchos miembros de la guerrilla temen ahora tener que dejar las armas y perseguir sus objetivos políticos a través de medios democráticos. Alberto Franco, Director de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, considera que uno de los principales retos para el proceso de construcción de paz es el desmantelamiento de los paramilitares y sus redes de apoyo: “el éxito de este proceso determinará si Colombia repite o no la historia, volviendo a la violencia tras el proceso”.

Además de los distintos retos mencionados, también se da el hecho de que otros grupos armados continuarán activos en Colombia, especialmente el ELN - segundo grupo guerrillero en Colombia -, los paramilitares y las bandas criminales, que podrían aprovecharse del vacío de poder dejado por las FARC. Desde una perspectiva optimista, sin las FARC, el resto de grupos agresores, tales como los grupos paramilitares, podrían pasar a ser más visibles y, por lo tanto, será más fácil perseguirlos y descubrir sus enlaces con el sector empresarial y los actores estatales.

Futuros cambios en el acceso a la tierra, la salud y la educación

Sobre el papel, el Acuerdo de Paz promete ayudar a las comunidades rurales marginadas, mejorando su acceso a la tierra, estimulando la producción agrícola y asegurando el acceso a servicios sociales como la salud y la educación. Hasta ahora, la única presencia estatal que ha existido en muchas comunidades rurales ha sido militar. El Acuerdo de Paz, también incluye pasos específicos en la construcción de un sistema político más inclusivo y que rompa con la dominación de una élite política y económica, que persigue únicamente sus propios intereses. El Acuerdo en torno a la producción, el tráfico y el consumo de drogas es también bastante ambicioso sobre el papel. Por ejemplo, se propone que los productores de hoja de coca serán apoyados para que tengan la posibilidad de sustituir su producción por otra, de forma voluntaria.

Las organizaciones de la sociedad civil colombianas, especialmente las defensoras de los derechos humanos, saben que ahora toca vigilar muy de cerca el cumplimiento del Acuerdo para que no quede en papel mojado y seguir apoyando a las víctimas. En este contexto, la comunidad internacional también tiene un papel clave que jugar. Es más necesario que nunca continuar apoyando políticamente el proceso de paz, también en los próximos 5 o 10 años cuando Colombia ya no reciba la atención de los medios internacionales. El conflicto ha durado más de 50 años y llevará muchos años construir la paz. El compromiso internacional es un elemento fundamental para el éxito.

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