Liam Hemsworth: sobre paternidad, vegetarianos y lo mal que empezó todo
Con 26 años, el menor de los Hemsworth ya hace y deshace en Hollywood a su antojo con sagas como 'Los juegos del hambre'. El actor ha arrasado este verano con 'Independence day: Contraataque'. Además, es el embajador de Only The Brave Extreme, de Diesel
No hay Hemsworth malo. Sí los hay muy famosos, como Chris, convertido en Thor, dios del trueno, la personificación del héroe de Marvel. Aunque en España es casi más conocido por ser la pareja de Elsa Pataky. Y los hay menos conocidos, como Luke, el mayor de los tres hermanos australianos, y modelo de los otros dos a la hora de probar suerte en las artes dramáticas. Pero ninguno es tan bueno como Liam, el pequeño. Con 26 años conserva el aire de no haber roto un plato.
Es el yerno que querrían todas las madres, la belleza que ansían todos los demás y el actor que se rifan en Hollywood. Un hombre llamado desde principios de esta década a formar parte de la nueva constelación de estrellas. No lleva en la industria ni 10 años y su nombre ya está al frente de dos grandes franquicias, Los juegos del hambre y el resurgir de Independence day, cuya secuela, Contraataque, arrasó en taquilla el mes pasado. Además, es el rostro de la campaña del nuevo perfume de Diesel, Only The Brave Extreme.
Su nombre, literalmente, huele a éxito. “Sólo los valientes” resulta ser un lema adecuado: sólo un valiente se atrevería a recibir a los periodistas sentado como si nada junto a una fotografía suya que ocupa toda la pared. Un primerísimo plano de su rostro sin ninguna imperfección. Una imagen gigantesca. Sólo el líder de un país totalitario se sentiría cómodo ante tal despliegue. Una foto que en estos momentos convierte a Liam en el Gran Hermano, en el sentido orwelliano de la expresión.
“Mi hermano Chris está obsesionado por dar lo mejor de sí mismo. Se piensa mucho las cosas. Se preocupa más por todo. Yo, no tanto. Suelo confiar en mi instinto y en el de la gente con la que trabajo”
El Hemsworth de carne y hueso se ríe de toda la parafernalia que le rodea, en chándal y sentado con los pies en la mesa, comiendo cacahuetes a puñados. Va vestido de blanco impoluto. Ni siquiera las zapatillas –también blancas– dan muestras de haber estado en contacto con el mundo exterior. En persona no desmerece nada respecto al póster tamaño líder norcoreano. Pero Hemsworth quiere dejar claro que lo suyo es natural, una belleza de escaso mantenimiento. “Una ducha con jabón, algo para el pelo, pasta de dientes y cacao para los labios. Las normas básicas de higiene. No soy muy de aftershave”.
Este es el plan Hemsworth de belleza en cinco minutos. Entonces, ¿qué hacemos aquí hablando de perfumes? Se encoge de hombros, aunque lo tiene claro. “Me hicieron esta propuesta y pensamos que era una buena oportunidad para hacer algo creativo y cinematográfico. Muy visual y divertido. Una campaña de la que me gusta el tema y en la que además tengo el control”, explica. “No hay nada mejor que una fragancia para devolverte en un instante a un momento de tu vida que ni recordabas. Quizá a esa primera novia, a la gente con la que andaba en el instituto. ¡Hay tanto en un olor!”, asegura trasladándose a aquellos años en los que, como buen adolescente, se bañaba en colonia. “A esa edad, me ponía litros. Espero haber mejorado”, ríe.
La mejora salta a la vista. Las inseguridades adolescentes han quedado muy atrás. Liam Hemsworth es un hombre independiente, incluso de sus hermanos. Aunque es mucho lo que los une, sus trayectorias no pueden ser más diferentes. “Cualquiera que nos conozca te lo dirá. Chris está obsesionado por dar lo mejor de sí mismo. Se piensa mucho las cosas. Se preocupa más por todo. Yo no tanto. Suelo confiar en mi instinto y en el de la gente con la que trabajo”. En la comparación, suena tan sereno que casi asoma un tono de superioridad. Quizá por eso corre a añadir que sus hermanos son su mayor fuente de inspiración.
Pero también fueron su peor pesadilla. Ya se sabe, hermanos. Eso de que quien bien te quiere te hará llorar. El pequeño Hemsworth tuvo sus lloreras y pataletas, vapuleado por sus hermanos y teniendo que responder al apodo de diplodocus que estos le pusieron. Eran otros tiempos. Ya no compiten, asegura. Bueno, quizás no sea del todo exacto: “Nunca competimos como actores, pero sí tenemos nuestros piques como surfistas. Ha sido así desde que éramos niños, pero es una lucha divertida”, vuelve a sonreír. ¿Y quién es el mejor? “Yo. Por supuesto. ¿Tienes alguna duda?”, ríe.
La mirada se le va al mar. No estamos muy lejos de su casa de Malibú, en esta misma costa, pero algo más al norte. Eso sí, sus ojos no encuentran nada. Aunque este hotel, Casa del Mar, está, como dice su nombre, a pie de playa, una densa bruma ha decidido bloquear la vista. “El paisaje es espectral”, musita. La visión de los bañistas en sus sillas de playa en medio de esta bruma, como si tomaran un sol que no se ve, lo hace todo aún más absurdo.
La llegada a los Ángeles no fue buena. Me superó un poco. Empecé quedándome con mi manager, en su casa de invitados
A Hemsworth se le escapa un suspiro. No queda claro si porque este nativo de Melbourne, Australia, nacido en 1990, no puede estar mucho tiempo sin ver el mar o porque no se acostumbra a las marcianadas de Hollywood. “A veces es duro”, añade sin especificar cuál de las dos cosas. “No lo llevé tan bien al principio, cuando llegué. Vivía entre West Hollywood y Studio City, ya sabes, ciudad, ciudad. Y yo no estoy acostumbrado a eso. Pero en cuanto dejé esa zona y me acerqué a la playa me volví un enamorado de Los Ángeles y de California. Llevo aquí casi siete años y es un lugar maravilloso para vivir”.
La fortuna que tiene en el banco gracias al éxito de la saga de Los juegos del hambre seguramente ayude a sentirse como en casa en la mansión que posee en Zuma Beach, con el mar delante y la montaña detrás. Pero Chris no es de los que les gusta acumular, dice, aunque reconoce que allí tiene al menos 10 tablas de surf de todos los tamaños. También cuenta con un didgeridoo (la trompeta extralarga de los aborígenes australianos) y una pintura tribal que le regalaron sus padres. Además del olor de los botes de Vegemite que consume, un concentrado vegetal que es como hierba gatera para los australianos. Les pone.
Todos son recuerdos de ese lugar que solía llamar hogar. “Ya te digo… La llegada a los Ángeles no fue buena. Me superó un poco. Empecé quedándome con mi manager, en su casa de invitados. Recuerdo el primer día, cogiendo un taxi para ir al garaje donde mi hermano había dejado el coche. Él estaba rodando fuera o algo así. Me considero un buen conductor pero era la primera vez que me enfrentaba al tráfico de esta ciudad y fue uno de los peores días de mi vida. Cuarenta y cinco minutos de pavor en la autopista, saliendo por donde no debía, y esas cosas”, se sincera divirtiéndose con sus recuerdos.
Por lo cómodo que está en el sofá, haciendo suya la habitación, los cacahuetes, incluso su propia presencia en ese póster perfumado, queda muy claro que Hemsworth está aquí para quedarse. No en este hotel hoy brumoso sino en Los Ángeles. Ni la vuelta de Chris a Australia le hará cambiar de opinión por muy piña que sean los Hemsworth. “Quizá más adelante”, asegura después de haberse comprado unos terrenos en Melbourne, “pero no por ahora. Chris tiene esposa y tres hijos. Para él tiene sentido estar allí. Yo sólo quiero ir más a menudo”. ¿Para ejercer más de tío? ¿Cuál es la dinámica de la familia Hemsworth cuando están juntos? ¿En qué idioma?
Se acumulan las preguntas y, aunque son personales, Liam está de buen humor y no le importa contestar. Son una familia muy unida y si quiere viajar a Australia más a menudo es porque le gustan esas reuniones familiares en las que los tres hermanos se ponen al día de lo que han estado haciendo. Reuniones que cada vez son más difíciles porque cada uno rueda en un lugar diferente del planeta. “Si por mí fuera, dormiría en casa todos los días. Ya me gustaría que los rodajes fueran en Los Ángeles y poder dormir en mi cama. Si te soy sincero, soy un tipo muy casero, no de los que van por ahí llamando la atención. Como en casita no se está en ningún sitio”.
En cuanto a su trabajo como tío…, Liam sonríe pero se lo piensa antes de contestar. “Soy bastante vago para esas cosas, para qué engañarnos. Mi madre es la única de la familia que ha hecho el esfuerzo de aprender español y lo intenta con India, la mayor de Chris y Elsa, que ahora tiene cuatro años y es bilingüe. Cuando le habla en español, ves la cara que la niña le pone antes de decirle: ‘Leonie, me puedes hablar en inglés’. Así que yo ni lo intento. Me encantan los niños y son muy divertidos. Me siento más cómodo con los hijos de Luke porque ya tienen cinco y seis años y puedes divertirte, conversar. No son seres tan indefensos como cuando son bebés, que también me gustan, pero no cuando empiezan a llorar. Mientras están calladitos los tengo en brazos, los puedo mecer, pero en cuanto empieza la llantina, paso”.
Una ducha con jabón, algo para el pelo, pasta de dientes y cacao para los labios. Las normas básicas de higiene. No soy muy de 'aftershave'
Parece claro que el novio de Miley Cirus no está por la labor de tener bebés. Aunque, como él mismo dice, nada es seguro. “¿Quién sabe? Ni yo mismo lo sé. A saber”, suelta entre risitas educadas; ahora sí, eludiendo cualquier pregunta personal referida a su relación con la cantante. “No estoy comprometido. No”, dice algo más tajante, aunque todo el mundo a su alrededor diga lo contrario. Incluso él mismo, depende en qué momento, reconoce su compromiso, ese que dicen que ha vuelto a sellar con el mismo anillo de diamantes de 3,5 quilates que utilizó la primera vez que le preguntó a Cyrus si quería ser su esposa.
Hemsworth era mucho más abierto sobre estos temas cuando llegó a Hollywood. A Miley la conoció cuando coincidieron en su primer éxito estadounidense, La última canción (2009), pero para 2013 la relación les había superado a ambos y la reina del twerking y el chico bueno habían llegado a su final. Eso, hasta la noche de los Globos de Oro de este año, cuando la pareja fue vista retomando su amistad en una fiesta. Ahora, según la prensa del corazón, la boda está al caer, probablemente en Australia y con el beneplácito de todos. Pero, como dice Chris, ¿quién sabe? Lo que está claro es que Liam no se muda de su casa de Los Ángeles a pesar de que su chica ha comprado una mansión en las inmediaciones. “Es un lugar que me gusta, donde puedes pasar desapercibido, aunque de vez en cuando tengo que aguantar la presencia de los helicópteros”.
Liam Hemsworth no pierde la calma. No tiene por qué. Las cosas le van bien. “Disfruto de un momento perfecto en el que ni me presionan ni tengo que trabajar por trabajar. Eso me permite tomar decisiones correctas”, asegura. La independencia ganada con dos grandes franquicias le ha permitido aceptar papeles en películas más pequeñas como La modista o ser el nuevo amante de la cerdita Peggy en Los Teleñecos. “Tenía ganas de hacer cosas más humanas, más divertidas y con mi acento. He hecho demasiadas cosas serias”.
Mientras, en casa, se dedica a cuidar su huerto. “Acabo de plantar mis primeros tomates. También tengo espinacas, cilantro, perejil… Esperemos que sobrevivan”, admite muy ilusionado. Desde hace cosa de un año es vegetariano. Empezó poco antes del rodaje de Independence day: Contraataque. Fue a un médico en Australia que Chris conocía y le recomendó una dieta proteínica a base de carne. Le sentó fatal y decidió hacer lo contrario.
“Ahora me encuentro genial. Tengo más energía, duermo mejor y aguanto más, especialmente mientras trabajo el cuerpo. Eso, por no hablar del maltrato animal en esta sociedad consumista en la que vivimos. No me sentía cómodo con la forma en la que se produce la carne, especialmente en Estados Unidos. No es bueno ni para el medio ambiente ni para los consumidores ni, desde luego, para los animales”. El cambio tampoco le resultó tan difícil. Su madre es vegetariana y a él le gusta cocinar. Ahora en lugar de parrillada de carne, es verde. “Verduras, arroz, legumbres. Algo de tofu de vez en cuando”, detalla. “Bueno, y algo de chocolate negro cuando me da el jamacuco y el cuerpo me pide azúcar. Un día me dio tan fuerte que acabé devorando una pizza de queso, pero es lo único que tengo que confesar. La carne no la echo de menos”.
Viéndole al natural, no hay mejor reclamo para los vegetarianos. Estilo no le falta. Quizá un tanto monocromo, sencillo al vestir, dado a los colores apagados, reconoce, pero tan cómodo en este sofá como cuando viste trajes de Ermenegildo Zegna o Dolce & Gabbana, sus preferidos. Lo que lleva peor es que no ha convencido a sus hermanos para abrazar la espinaca y abandonar la vaca.“Tampoco me preocupa tanto. Cuidan la alimentación y poco a poco van comiendo más verduras”.
No va por ahí haciendo proselitismo de su dieta o de su modo de vida. Reserva su poder de convocatoria para otras causas, como los niños. Hemsworth es el portavoz de la Fundación Australiana de la Infancia, organización en la que se metió después de que sus padres dedicaran toda su vida a la protección de los menores. “Está claro que disfruto de una posición financiera cómoda desde la que puedo ayudar a mis padres, mi hermano mayor y la familia”, reconoce entendiendo este esfuerzo como una forma de devolver algo a la comunidad en la que se crió y donde, al igual que sus hermanos, es venerado.
A título personal, nada como ayudar a la población canina. En la actualidad, el actor se ha juntado con seis perros en casa porque, como dice, no es la primera vez que va a la perrera para animar a un amigo a que rescate una mascota y él sale con otra. Se quedan fuera de casa. Sólo una perrita duerme en su cama. “Se llama Tani, es pequeña, parda y genial para ir de viaje porque es muy lista y obediente. Muy tranquila también y es lo que quieres cuando está contigo en el rodaje. Lo que te digo, los hoteles pueden ser lugares muy solitarios”, resume dispuesto a abandonar de una vez este otro hotel tan cerca y tan lejos de su casa.
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