Un año de lecturas feministas
Parece que Emma Watson ha crecido fiel a su personaje de Hermione en Harry Potter, una joven inteligente, valiente y convencida de que hay mucho que aprender en los libros. La actriz creó el pasado enero su propio club de lectura y anunció que dejaba de lado la actuación para dedicar 2016 a leer y a estudiar temas de género, un ámbito cada vez más importante en su vida desde que se convirtió en embajadora de buena voluntad para la ONU y puso palabras a la desigualdad entre los sexos con un discurso que dio el pistoletazo de salida a la campaña HeForShe.
Que Watson está cumpliendo con creces su objetivo se comprueba al entrar en la plataforma Goodreads, donde se aloja su comunidad, que ya supera los 140.000 miembros y es un buen lugar para hablar de feminismo, especialización que marca la diferencia con aventuras similares lideradas por famosos como la presentadora Oprah Winfrey o el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg.
Para empezar su andadura, Watson optó por Mi vida en la carretera, unas memorias –que Alpha Decay publicará en castellano en octubre– de Gloria Steinem, veterana activista e icono de la lucha por los derechos de la mujer en los sesenta. Cada dos meses se elige un nuevo título, que se lee y discute. La propia intérprete destaca citas y fragmentos interesantes de los libros seleccionados, hace comentarios, formula preguntas para abrir el diálogo y, cuando tiene ocasión, sorprende con entrevistas a las autoras. En su estantería se encuentran obras como El color púrpura, la estremecedora historia de Alice Walker sobre la esclavitud; novelas gráficas como Persépolis, de la iraní Marjane Satrapi, o el rompedor ensayo de Caitlin Moran Cómo ser mujer. Aún no está en la lista la autora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, quien en su ensayo Todos deberíamos ser feministas señala que “no es fácil tener conversaciones sobre género”. Irritan a la gente, escribe, “porque incomoda pensar en cambiar el estado de las cosas”.
Romper con esos esquemas, promover la conversación, es lo que pretende Emma Watson, quien, como dice Elena Lasheras Pérez, fundadora de la Librería de Mujeres de Madrid, “se ha puesto las gafas moradas y ya no se las puede quitar, porque eso significa un cambio de conciencia. Hay que aplaudir que un rostro conocido declare su pasión por los libros, pero mucho más que se declare feminista”.
Feministas se han declarado actrices como Patricia Arquette o Amy Schumer, que han alzado la voz ante las desigualdades de Hollywood, pero como alertaba recientemente en el diario The Guardian la periodista estadounidense Andi Zeisler, autora del libro We Were Feminists Once, hay que valorar en su justa medida la aportación de los personajes famosos a causas como la feminista. A todos ellos, escribía, se les da muy bien abanderar movimientos, pero “se limitan a ofrecer un mensaje seductor y, sobre todo, comprensible para el mayor número posible de gente”. Y, recordaba, el feminismo ni es sencillo ni es entretenido para la mayoría.
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