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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pisos turísticos bajo la ley

Las multas y cierres de viviendas de alquiler en Barcelona recuerdan que el mercado debe estar abierto, pero regulado

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.EFE

Flexibilizar las reglas para incorporar nuevas realidades económicas a la legalidad es un objetivo legítimo y necesario en una sociedad dinámica como la que aspiramos a tener. Los pisos turísticos salieron de la competencia de la Ley de Arrendamientos Urbanos en 2013 y desde entonces están sujetos a regulaciones dispares según las comunidades autónomas, en ocasiones en colisión con los sectores hosteleros que se sienten afectados y en ocasiones en colisión con una sana competencia. Baleares prohíbe los pisos turísticos y permite solo los chalés unifamiliares; Madrid impedía alquilar por estancias inferiores a cinco días hasta que una sentencia de su Tribunal Superior de Justicia anuló esta disposición; Canarias lo restringe en zonas turísticas en una medida impugnada por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia.

Las prohibiciones y límites tan excesivos son inaceptables en una economía abierta como debe ser la española. Pero permitir no es desregular, y en ese sentido la necesidad de licencias y de los impuestos correspondientes es la vía para que ese sector pueda seguir creciendo y genere beneficios para el turista, para el arrendatario y no cause perjuicios a la sociedad.

Barcelona ha ordenado el cierre de 256 pisos y ha impuesto multas de 30.000 euros a los portales de alquiler Airbnb y Homeaway por publicar anuncios de pisos sin licencia, una medida que desata la furia de estas plataformas y de los partidarios de la desregulación. Pero el exceso de visitantes —Barcelona recibió 8,9 millones de turistas en 2015— se ha convertido en el cuarto problema para sus ciudadanos, y es responsabilidad de las autoridades municipales ordenar esa realidad.

Los portales no se consideran responsables de infracciones de terceros y han recurrido la multa, que el Ayuntamiento amenaza con elevar hasta los 600.000 euros. El pulso judicial está servido y deben ganarlo el equilibrio y la legalidad.

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