El tiempo infinito
En el conjunto arqueológico de Itálica, un grupo de actores recrea las fascinantes historias de los mitos clásicos
Las inercias atraídas por la modernidad implacable, la globalización homogeneizadora, el consumismo exacerbado, el capitalismo atroz o el individualismo radical son la base del ciudadano que vive en el denominado “tiempo cero” identificado por el profesor Juan Antonio Senent de la Universidad de Sevilla. Ese ciudadano cree que no le debe nada al pasado ni piensa en un legado para el futuro, puede contaminar o abandonar bienes sin mayor problema de conciencia. Es una amenaza para la evolución de las identidades y la mejora de la sociedad en la que está inmerso. Un éxito de los poderosos.
El valor del patrimonio, símbolo y seña, testimonio y testigo, eje de riqueza cultural, ambiental y económica, aunque también usado como arma para conseguir poder, no siempre está en la agenda política como un elemento definitivo de mejora social, ni entre las prioridades de los individuos y las comunidades para alcanzar su libertad.
En el majestuoso conjunto arqueológico de Itálica en Sevilla, construido con un plan urbanístico residencial en el siglo III antes de esta era, donde nació el emperador Trajano, residió Adriano, y se vivió la cotidianeidad con toda la importancia de las vidas anónimas, se hace un esfuerzo por difundir esa riqueza por cualquier lugar, cuando sea.
Para evitar el sofocante calor de Sevilla durante el día, se celebran allí visitas dramatizadas, recitales y obras de teatro nocturnas. Cuando refresca a las orillas del Guadalquivir, el sol comienza a desaparecer y las estrellas aderezan el inmenso anfiteatro con capacidad para albergar a 25.000 personas, los pies descalzos o encuerados de los actores pisan las delicadas teselas y sus voces y gestos recrean historias de mitos y leyendas clásicas.
En este paseo por la Historia occidental, los románticos protagonizaron los pálpitos de un pasado único que otorgó valor a los objetos, edificios, vivencias y paisajes. Si ahora las instituciones asumen que el patrimonio común de la Humanidad es la diversidad cultural, siempre inclusiva, su promoción es fundamental. Pasado, presente y futuro queda para los ciudadanos que respiren en el tiempo infinito.
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