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“Para derrotar al fanatismo hay que navegar en el origen de la tradición”

El grupo Mujeres por los Derechos Humanos lucha contra la discriminación legal y social a madres solteras y viudas nepalíes

Lily Thapa, en su despacho de Katmandú (Nepal).
Lily Thapa, en su despacho de Katmandú (Nepal).Ángel L. Martínez
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Parapetada tras una montaña de apuntes, informes y libros parece aun más pequeña. La complexión menuda y la sonrisa cortés son engañosas en Lily Thapa (Nepal, 1963). Ella ha construido la mejor defensa de la mujer tras la barricada de volúmenes de Derecho y tomos en sánscrito sobre cultura hindú que guardan las paredes de su despacho. “Hay que navegar profundamente en los orígenes de la tradición para entenderla y poder luchar contra el fanatismo”, señala. Su presencia se engrandece al señalar los males del patriarcado en Nepal, mientras aparta los ejemplares del escritorio. Su mirada ahora rebosa seguridad. Una convicción hecha de décadas de humillaciones y de generaciones que han sufrido la ignominia de costumbres arcaicas y profundamente machistas.

“Aquí el trato a la mujer es inhumano. Los códigos de conducta nos discriminan basándose en la cultura y la religión. Y no importa el nivel educativo de tu entorno... Yo vengo de una familia de clase media-alta y también me maltrataron por mi condición”, explica Lily, viuda desde que su marido, médico en misión de paz, muriese en la Guerra del Golfo en los años noventa. Su estado civil no sólo le llevó a vivir las dificultades propias de una mujer soltera a cargo de tres hijos, sino que también padeció marginación familiar: “Me apartaron de cualquier celebración religiosa, como impone la tradición hindú... Incluso me encerraron durante la boda de mis hermanos”.

La discriminación sexista se vive desde edades muy tempranas en Nepal. Tan pronto como llegan a la pubertad, las adolescentes de toda casta, origen y clase social tienen prohibido tocar la comida o entrar en la cocina durante la menstruación. Pero son las viudas y madres solteras las que soportan mayor exclusión social. “Algunas viudas de las zonas rurales tan siquiera pueden comer carne”, cuenta Lily. El ostracismo vivido por ella misma y tantas otras, llevó a Lily Thapa a crear la organización Mujeres por los Derechos Humanos (Grupo de Mujeres Solteras) en 1994. Desde entonces, esta red de ayuda aglutina a más de 100.000 miembros, organizados en unos 2.500 grupos activos que reciben protección y asesoramiento. Además, la organización ha conseguido cambiar muchas de las leyes machistas que marginaban a este sector de la población.

Centrado en ayudar a viudas, madres solteras o mujeres abandonadas, el grupo prefiere eliminar el concepto de viuda de sus siglas. “No sólo porque el concepto las margina, sino porque el término mismo depende del hombre; de su existencia o no, y de la prueba de esa existencia”, argumenta Thapa. Según el último censo, de 2011, más del 6% de las mujeres nepalíes son madres solteras o viudas. La mayoría de ellas son menores de 35 años, de las cuales más del 87% son analfabetas.

La reciente década de conflicto interno entre maoístas y el anterior régimen acabó con la vida de entre 15.000 y 25.000 nepalíes, dejando a 10.000 mujeres buscando a sus desaparecidos. Otra de las causas del elevado número de viudas jóvenes tiene raíz en las costumbres culturales. Las niñas nepalíes se pueden casar a una edad muy temprana, incluso antes de tener su primera menstruación; como ocurre en el sur del país. El factor socioeconómico también influye. La pobreza interna fuerza a la emigración económica. Hombres con familias buscan suerte en países vecinos, y muchos nunca regresan – uno de cada tres jóvenes deja el país. Según Lily, una parte importante de los que retornan, traen enfermedades consigo. Por ejemplo, hay una elevada presencia de infectados de VIH en el centro-oeste del país.

Me apartaron de cualquier celebración religiosa, Incluso me encerraron durante la boda de mis hermanos

El drama histórico y social nepalí está agravado por una perversión cultural que influye en la legislación del país. Hace 25 años, Nepal siguió los pasos de India y prohibió el sati – práctica hindú por la que las viudas eran obligadas a lanzarse a las piras funerarias de sus maridos para morir con ellos. “Pero tan pronto como este sistema fue abolido, los líderes religiosos inventaron nuevas reglas para coartar la libertad de las viudas y evitar nuevos matrimonios”, explica Lily.

Desde su creación, el Grupo de Mujeres Solteras ha presionado al Tribunal Supremo para eliminar leyes discriminatorias en Nepal. Esa lucha ha conseguido grandes hitos para los derechos civiles de las viudas, reconocidos internacionalmente. Por ejemplo, la creación de un registro nacional de viudedad convierte a Nepal en el segundo país de toda la región con tal reconocimiento para las mujeres. La modificación del sistema legal también ha igualado las normas patrimoniales. En 2006, Nepal aprobó la decimoprimera y decimosegunda enmienda al Código Nacional. La nueva ley estipula que las viudas no tienen que esperar hasta los 35 años para heredar las propiedades de sus maridos; una antigua exigencia que afectaba a un sector especialmente joven. También se elimina el deber de castidad para heredar o la obligación de devolver la propiedad de su marido tras un segundo matrimonio. Finalmente, un caso interpuesto por la propia Lily Thapa acabó con la norma que forzaba a las viudas a pedir consentimiento de un hijo adulto y una hija soltera para vender su propiedad o para solicitar el pasaporte.

Ante la presión social, el gobierno de Nepal también ha creado un Fondo Especial de Emergencia para Mujeres Solteras en 2013, que se une a la reciente eliminación del mínimo de edad permitido —60 años— para obtener una pensión de viudedad. Pero la batalla para la consecución de esos derechos no ha sido fácil. Lily, que llegó a ser secuestrada en dos ocasiones por su activismo, describe los inicios: “Lo más difícil fue movilizar a las mujeres... No se permitía que las viudas saliesen de casa, ¡imagínate organizarse y protestar! Tardamos 10 años en conseguir eso”. En la actualidad, el Grupo de Mujeres Solteras organiza manifestaciones de viudas vestidas de rojo para acabar con otra de las prácticas discriminatorias de la religión hindú, que las obliga al luto blanco de por vida. La última marcha de este tipo, congregó a medio millar de personas en Lalitpur (cerca de la capital); hombres y mujeres —de rojo— exigiendo mayor visibilidad a un colectivo marginado.

“Todo está relacionado con nuestra sexualidad. El rojo nos hace atractivas, pero los hombres no quieren que las viudas rehagan sus vidas”, explica Lily. Pone el ejemplo de la tradición chautari de Nepal, por la que las mujeres de las zonas rurales del oeste del país siguen siendo obligadas a dormir en los establos durante la menstruación: “Hace siglos, se las encomendaba descansar para guardar energías. También se consideraba que no podían tocar los alimentos porque perdían mucha sangre y había poca higiene […] Estas percepciones siguen presentes hoy en día, pero han sido tergiversadas. Ahora no tiene sentido alguno porque las mujeres pueden tomar baños diarios y son fuertes físicamente”

La discriminación es una malinterpretación intencionada de líderes religiosos

Más allá del fanatismo de los hombres y su uso interesado de Gobiernos y legislación, Lily subraya el papel de las propias mujeres en el patriarcado: “Nuestro gran logro ha sido sentar juntas a suegras y nueras viudas, porque las mujeres mayores no quieren que la tradición cambie. Las familias tienen que ser re-educadas. Esto es algo que hacemos junto con los líderes religiosos, que tienen más peso moral en la comunidad”. Las reuniones entre mujeres han creado un sentimiento de comunidad que ha traspasado el ámbito local, con resultados logísticos inesperados. Mientras gobierno y organizaciones humanitarias resolvían cuestiones políticas para intervenir tras del terremoto que asoló Nepal en 2015, el Grupo de Mujeres Solteras consiguió llegar a las zonas más dañadas antes que muchas agencias de ayuda. Decenas de miles de viudas se movilizaron a Gorkha y Sindhupalchok para ayudar a otras mujeres afectadas por el desastre. La efectividad de esta red solidaria les valió el reconocimiento de organismos internacionales.

Pese al exitoso camino recorrido y los logros, Lily advierte de los retos que aun tienen por delante para conseguir el reconocimiento legal y social que se merecen: “Aunque hemos cambiado muchas leyes, su aplicación efectiva sigue siendo un problema. Las viudas no están educadas y la comunidad sigue estando en contra de la igualdad”. Amparada tras la atalaya de libros y el conocimiento que sólo da la experiencia, Lily Thapa reconoce la ayuda de los medios de comunicación para cambiar la mentalidad, pero desconfía de la combinación entre religión y poder: “La discriminación no procede directamente de las creencias religiosas. Es una malinterpretación intencionada por parte de líderes religiosos varones. Las costumbres existen, como existirá la necesidad del hombre por el poder. Por controlarlo todo, incluidas nosotras.”

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