Miedo en democracia
El debate público permite que los partidos no se consideren una amenaza entre sí


El martes se confirmaba la nominación de Trump como candidato republicano, envuelto en discursos con tintes racistas. Horas antes, Pegida, movimiento alemán antiislámico, anunciaba la formación de un nuevo partido mientras un chaval afgano, refugiado menor de edad, atacaba a pasajeros en un tren regional al grito de “Allahu Akbar!”. En Francia, Marine Le Pen llamaba a una guerra ante el horror de Niza. A la líder del FN le va tan bien en las encuestas (30%) como a su contraparte austriaca (34%). Los vínculos atlánticos se confirmaron cuando Geert Wilders, del holandés PVV, y Nigel Farage, cabeza visible del lado más extremista del Brexit, asistieron a la convención de Trump.
El miedo no es el entorno idóneo para la democracia. Su mecanismo básico, las elecciones, sirve precisamente para sortearlo, para asegurar que ninguna facción establecerá su dominio, sino que renunciará al poder cuando una mayoría alternativa así lo decida. El esqueleto electoral está arropado por un debate público en el que cada parte está lo suficientemente cerca de la otra como para no considerarla, a ella o a sus ideas, una amenaza directa. ¿Pero qué sucede cuando ese equilibrio tácito se rompe? Los votantes de Trump, de Le Pen o de Farage se ven en un extremo radicalmente opuesto al resto, y al mismo tiempo atacados. Para evitarlo, piensan, deben tomar el control. La poca veracidad de esa percepción no impide que sus consecuencias sean reales. La fragmentación mediática facilita la construcción de una verdad a medida.
La política es también un juego de oferta y demanda. Imperfecto, sí: la oferta (los políticos) tiene cierto espacio para configurar paquetes ideológicos que atraigan tal o cual aspecto de los votantes. En un contexto de miedo, quien esté dispuesto a ofrecer respuestas firmes, y a hacerlo sin escrúpulos con respecto al ropaje democrático, jugará con ventaja.
En la convención del Partido Republicano, una de las delegadas contrarias a la nominación de Trump fue acorralada por otras dos cuando fue al baño. “¡Deberías morir!”, le gritaron. A la cara. Así es como triunfa el miedo en democracia. @jorgegalindo
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