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CLAVES
Columna
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Tanta mentira, la ruina

Cameron logró la permanencia de los escoceses (con ayuda de Gordon Brown y) prometiéndoles influencia en Europa: cero patatero

Xavier Vidal-Folch
Marcha a favor de la Unión Europea en Londres, el 2 de julio de 2016.
Marcha a favor de la Unión Europea en Londres, el 2 de julio de 2016.NEIL HALL (REUTERS)

Tanta mentira acaba en la ruina. Lo ha comprobado el chisgarabís de Boris Johnson, quien había contratado el apoyo del ministro de Justicia Michael Gove —un traidor a David Cameron— para ayudarle a encaramarse al poder, y Gove se postuló al cabo a sí mismo.

¿Gove? Sí, ese genio que defiende una alianza comercial con países tipo Albania como alternativa a la pertenencia a la UE del Reino (aún) Unido. Graciosos, estos populistas.

Pero eso es nada comparado con la gran mentira de la campaña. En 1979, Margarita Thatcher logró un “cheque británico” al grito de “Devuélvanme mi dinero” (I want my money back). Una especie de ensayo de “La UE nos roba”, ustedes me entienden, la cosa de los saldos netos, del déficit fiscal, pillo menos de lo que aporto.

Lo logró y no le bastó. Sus peores cachorros ideológicos, el Boris, el Gove, el racista Nigel Farage, machacaron al votante jurando cada día igual mentira, ese imperativo de Goebbels: que la burrocracia de Bruselas cuesta a Londres 400 millones de libras semanales. Falso, es el saldo bruto inicial, había que restarle los 100 millones del cheque de Margarita, y otros 140 retornados a la isla en forma de varios subsidios europeos (pesca, agricultura, fondos estructurales). Tras la votación, Farage reconoció que su cifra era “errónea”. ¿Quién indemniza al votante?

Cameron logró la permanencia de los escoceses (con ayuda de Gordon Brown) prometiéndoles influencia en Europa: cero patatero. Aseguró que el referéndum era el colmo de la democracia y del interés nacional, pero su exsocio liberal, Nick Clegg, ha certificado que era “una votación dirigida a solucionar una disputa [interna] del partido conservador”.

El primer ministro más gafe de la historia del Reino culpó de su fracaso —tras su primera cumbre con un pie fuera— a que la UE no supo resolver el problema de la inmigración. Cuando en febrero prometía que la exención lograda por él en Bruselas a ciertos beneficios sociales para los inmigrados era muy satisfactoria. Y cuando su país recibe más inmigrantes de terceros países que europeos.

Y aseguró a Jean-Claude Juncker que si el Brexit triunfaba, desencadenaría al instante el proceso de divorcio: lo aplaza.

Tanta mentira condena a nuestros queridos (aún) conciudadanos británicos a la ruina. Les engañan con alevosía.

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