El cambio
La bondad gramatical no garantiza la verdad
Las oraciones condicionales son un invento gramatical de primer orden. Expresan que para que ocurra una cosa tiene que suceder otra. Por ejemplo: “Si no logramos reunir los votos de los moderados, gobernarán los extremistas”. El problema es a qué llamamos moderación y a qué extremismo. Rajoy llevó a cabo una reforma laboral que su ministro de Economía calificó de extremadamente agresiva. Dictó una ley mordaza que dejó a las libertades en cueros. Amnistió a los evasores de impuestos. Se codeó y tuvo amistad con rufianes de todas las especies. Subió los impuestos a las clases más desfavorecidas. Expulsó a la pobreza a más de tres millones de personas. Llamó trabajo a las nuevas formas de esclavitud. Toleró, por no decir que alentó, la corrupción en la que chapoteamos y, cuando llegó la policía, destruyó los discos duros de los ordenadores de Génova. Un moderado, ¿o no?, en toda la extensión de la palabra.
Por eso, cuando de forma excepcional construye correctamente una oración como la señalada (“si no logramos reunir los votos de los moderados, gobernarán los extremistas”), debemos evitar el hechizo que produce su perfección formal para no olvidar de qué habla cuando habla de moderación y de extremismo. La bondad gramatical no garantiza la verdad. Si tu hijo pequeño te pregunta de dónde vienen los niños, no puedes decirle que la respuesta está en el viento. Esa frase, que expresa una verdad poética, es muy buena para una canción de Bob Dylan, pero resulta, pese a su corrección, inhábil en el contexto señalado. Todo esto era para concluir con otra condicional: SI QUIERES CAMBIO, VOTA CAMBI♥. ¿Y a qué llamamos cambi♥? Ahora sí, mira: The answer, my friend, is blowing in the wind; the answer is blowing in the wind.
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