Marc Morro, el reinventor del taburete
TIENE 33 años y está obsesionado con los taburetes. Aunque tiene 25, dice que no los colecciona. Cada uno tiene su función: “Es muy interesante, un objeto muy básico que, sin transformarse en nada, sirve para muchas cosas: sentarte, apoyar los pies, llegar donde no llegas, de mesita de noche… Es la navaja suiza de los muebles”. Por eso tiene todo el sentido que fuera la primera pieza de Marc Morro. Le puso Manolito y está inspirado en los asientos que los albañiles se hacen con cuatro tablas. Un mueble sin pretensiones, sencillo y versátil que es también una declaración de intenciones. Se gestó en Otrascosas de Villarrosàs, la galería de la agencia de publicidad Villarrosàs en la que Morro trabajaba creando sinergias culturales. Un periodo de organizar conciertos, talleres, exposiciones y presentaciones en el que tejió las conexiones con otros diseñadores y creativos que fueron el preámbulo de la pequeña editora de muebles que hoy es AOO. Cuando la agencia cerró, uno de los socios, Oriol Villar, le propuso un nuevo proyecto: “Si veníamos de enseñar cosas que nos gustaban, quizá había llegado el momento de hacerlas nosotros”.
Ya bajo el paraguas de AOO, el segundo mueble que creó fue Papitu, la reinterpretación de una pequeña tumbona que el abuelo de Villar, carpintero, hacía siguiendo el manual de una vieja revista: “Oriol tenía una y nos pareció un buen punto de partida. ¿Qué hicimos? La reinterpretamos a nuestra manera”. De madera, diseño liviano y espíritu mediterráneo: “Es muy de aquí, muy del dentro y el fuera. En un sitio como Barcelona es muy característico eso de que, si ahora hace sol, cojo la silla de dentro y la saco fuera”. Detrás de las ideas de Marc hay una lógica que huye de reflexiones grandilocuentes y conceptos crípticos. Lo suyo va sobre la belleza de lo cotidiano: “El interés por buscar la sencillez de las cosas. Y no hablo de minimalismo, eso es otra cosa”.
Este gusto por lo de al lado se extiende a la producción y al uso de los materiales. Sus muebles se hacen en un radio no superior a los 80 kilómetros. Mientras algunas de las piezas cobran vida en la casa-taller de Marc, un diáfano loft en el barrio del Poble Nou, otras viajan hasta Lleida o Valencia. “Si intentamos que nuestros muebles sean lo más cotidianos posible, creo que el proceso también tiene que ser así. Y eso implica que yo pueda ir a hablar con el artesano, buscar las telas, charlar con ellos…”. Justo cuando dice esto suena su teléfono. “¡Mira, ahora me está llamando mi carpintero!”, exclama. “Es un tema de comodidad y de lógica”.
Sus propuestas con más pedigrí son las sillas Salvador, Blanes y Gres, que Miguel Milá diseñó en los sesenta y setenta y que AOO rescata en su voluntad de recuperación. Porque diseñar, diseñan poco: “Sobre todo, reinterpretamos. Cogemos lo corriente y lo colocamos en un nuevo lugar”. Ni diseñador, ni empresario, ni artesano: él se define como “mueblista”. “Porque es lo que hacemos”.
La nueva pieza de su catálogo, el taburete Bravo, es un encargo al estudio emergente Big Game. Sin dejar atrás la simplicidad sello de la casa, se trata de un objeto especialmente pensado para usar en restaurantes y hoteles. Con dos años de vida y la tienda online recién estrenada, AOO empieza a poner la mirada en el mercado internacional.
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