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Manos de artesana, cálculo de arquitecto

gianluca battista
Anatxu Zabalbeascoa

Lo llevaban en los genes. Hija de ceramista y nieta de orfebre, la vida ha visto cómo Gabriella Gabrini pasaba de aprendiz a maestra del esmalte a fuego. La italiana ha hecho de la defensa de este oficio un arte. Y una cruzada. También ha visto cómo el arquitecto Marco Zanuso Jr., hijo de otro arquitecto, que pasó a la historia como uno de los padres del bel design, compartía con su padre, además de nombre y formación, la curiosidad. Así, Zanuso Jr. ha hecho land art y arquitectura de supermercados. Estudió y trabajó en Viena, Francia y Estados Unidos antes de regresar a Milán. Fue de vuelta en Lombardía cuando se fraguó la relación entre el proyectista y la artesana. Corría la última década del siglo XX.

Uno no elige una tarea difícil por casualidad. Y Gabrini se ha dedicado al esmalte con la obsesión de darle la vuelta y hacer de un material denso un acabado ligero. Esmaltar es tratar polvo de vidrio con diversas sustancias a altísima temperatura (950 grados centígrados) para convertirlo en una piel coloreada. La técnica se remonta al antiguo Egipto, de ahí su empeño en que no se perdiera en Italia. Lo hizo dándole otra vuelta de tuerca al aplicarlo al arte útil del diseño. Con el diseño entra en escena Zanuso. O al revés, en la voluntad del arquitecto de crecer, la puerta se abrió para Gabrini. En estos años la artesana ha pasado de realizar esmaltes para iglesias y catedrales a pensarlo para las alacenas de las casas. Cuencos, mesas y ahora lámparas –como las que Doppia Firma presentó en el último Salone de Milán (a la venta en yoox.com)– forman el currículo de este dúo. Ella lo resume como si fuera fácil: Zanuso pone la cabeza, Gabrini presta las manos. Pero ambos ponen algo más: pasión por experimentar.

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