Las galas del cortejo
El ave lira despliega en el cortejo unas plumas que nos interrogan; el pájaro secretario pasea la elegancia de su tocado; los búhos tienen plumas que reducen el sonido que hacen al abalanzarse sobre sus víctimas; los flamencos deben el color que los caracteriza a su dieta; el macho del pavo real nos observa con decenas de ojos y exhibe un colorido que compensa la grisura del objeto de su afecto. Al menos desde que Charles Darwin desarrolló su seminal teoría de la selección natural como mecanismo del cambio evolutivo, sabemos que todas ellas son estrategias de supervivencia y de adaptación al medio. Pero no es difícil tener la impresión de que la naturaleza sigue caminos singulares, de los que se desvía toda vez que tropieza con la belleza. En sus fotografías, Robert Clark exhibe gemas que no han sido talladas por la mano del hombre, sino por esa naturaleza que se inclina a producir cosas bellas y caprichosas. Albert Einstein, otro de esos científicos sin los cuales nuestra visión del mundo sería muy distinta, afirmó famosamente que “Dios no juega a los dados”. Pero estas plumas parecen decir que, si existe, a veces Dios se permite ciertas ironías. | Por Patricio Pron
pulsa en la fotoEl color rosa de los flamencos procede de su dieta, rica en carotenoides, un pigmento que se halla en crustáceos y moluscos. Cuanto mejor alimentada esté un ave, más rosa será.Robert Clark
Todas las imágenes se encuentran en el libro Feathers. Displays of Brilliant Plumage (Chronicle Books).
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