Las mamás huilliche deciden cómo dar a luz
En el sur de Chile se han incorporado las tradiciones culturales en la atención a la maternidad de las comunidades mapuche
Después de recorrer unos cuantos pasillos de hospital y entrar en el área de maternidad, un cartel da la bienvenida la sala de atención intercultural o mülem kiusoya epu rakisuam en lengua chesungun, una de las variantes dialécticas de los indígenas mapuche de Chile. A simple vista podría parecer una sala normal equipada con todo el material necesario para monitorear la llegada de un bebé, pero una gigantografía de la playa de Pucatrihue con la roca del abuelito Huenteao y una colcha con el pillán —símbolos de protección para la cultura de este grupo étnico formado por 1,7 millones de personas— indican que este lugar es, si cabe, mucho más especial.
Chile ocupa el tercer lugar en el continente americano, tras Canadá y Uruguay, con la tasa más baja de mortalidad materna —según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)—. El informe de las Naciones Unidas y el Gobierno chileno respecto a los Objetivos de Desarrollo del Milenio destaca que la tasa de mortalidad infantil se ha reducido en más de un 50% desde 1990 a 2008 (pasó de 16 a 7,84 por cada mil nacidos vivos).Y se ha avanzado, uno de los desafíos a los que se enfrenta el país en la atención al parto es el respeto a la cultural tradicional de los pueblos originarios.
Hace dos años se inauguró la sala de parto intercultural del Hospital Base San José de Osorno, en la zona sur del país, en la que casi una veintena de mamás mapuche huilliche han dado a luz siguiendo sus tradiciones. Desde el año 2001 y tras varios estudios universitarios que reflejaban las deficiencias del servicio de salud hacia las comunidades huilliche de la zona, el equipo de matronas empezó a trabajar en el proyecto. “Desde la década de los setenta en Chile no se permiten los partos en domicilios por las tasas elevadas que teníamos de muertes maternas y fetales. El Gobierno estableció que todos los partos tenían que ser en hospitales o con atención profesional. Esto generó que los pueblos originarios empezaran a esconder los conocimientos que ellos tenían en salud porque la policía los perseguía” explica Rocío Gueregat, matrona del hospital. “Antes de esta iniciativa el parto de las mamás huilliche era un alumbramiento normal, ni siquiera les preguntábamos si tenían necesidades especiales como pueblo originario. Cuando empezamos con el proyecto hablamos con los referentes de las comunidades para saber qué necesitaban y vimos que había cosas puntuales que sí podíamos otorgarles en el tema de atención de partos” sigue relatando.
Era primeriza y Yoana Aron había planeado junto a su marido tener a su hija en el campo. Aunque ella preparaba el parto con la machi —mujer sanadora— de su comunidad, seguía asistiendo a los controles rutinarios del sistema médico convencional para hacer seguimiento del peso del bebé y de su crecimiento. “Hace ya ocho años yo le planteé a mi matrona que quería tener a mi hija en casa pero me dijo que era muy peligroso y había riesgo de infecciones. Cuando faltaban dos semanas para que yo tuviera a mi bebé vino con los carabineros a buscarme para convencerme de que era un delito. Me infundieron miedo, pero yo estaba tan convencida en ese momento que les dije: 'Yo voy a ir a Osorno, voy a tener a mi guagua en el hospital, pero la voy a tener como yo quiero” cuenta con tono determinante Yoana, una de las primeras mujeres de la comunidad huilliche que participó en los inicios del proyecto. “Hasta ese momento lo más intercultural que se había hecho era entregar la placenta a las madres que lo solicitaban. Yo lo que quería era que se hiciera una ceremonia en la que mi hija recibiera sus primeras palabras en mapuzungun —su lengua materna— , quería vestirme de una manera determinada, que mi marido entrara con el kultrun, no quería oxitocina, deseaba llevarme la placenta para sembrarla…” Y sigue precisando detalladamente cómo quería que fuera su parto. Ella no estaba dispuesta a renunciar a que el nacimiento de su hija dejara de ser el primer hito que la identificara con su cultura, con su ancestralidad y con su familia.
Para el equipo clínico su experiencia fue un reto, algo nuevo a lo que tenían que enfrentarse y que les serviría para que el proyecto fuera creciendo y se convirtiera en lo que es hoy la sala de parto intercultural. “Ese día todas las madres del paritorio habían llegado con ruptura de membrana y yo le decía a la matrona que debía tomar nota, porque había luna creciente y los ciclos de la luna tienen que ver con los tipos de parto que van a atender. Fuimos aprendiendo juntas a medida que yo iba teniendo mis contracciones e iba haciendo mi trabajo de parto”. Yoana recuerda emocionada la relación que empezó a forjarse con Cristina Muñoz, matrona que la atendió y encargada de promoción del parto intercultural.
A nivel estatal, desde el Sistema de Protección Integral a la infancia Chile Crece Contigo se ha trabajado desde 2006 con proyectos como la elaboración de guías de gestación y nacimientoadaptadas con pertinencia cultural para la población aymara, mapuche, huilliche, rapa nui y chilota. Los equipos de salud entregan estas guías a las mujeres en los primeros controles de la gestación.
Koñinhue o lugar de parto
Yoana conoce bien la sala de parto intercultural como usuaria y desde hace dos años también como “ñaña que acompaña y protege el parto de otras mujeres huilliches y no huilliches” como ella misma se define. Su trabajo se basa en dar acompañamiento espiritual, energético y cultural desde los primeros meses de embarazo con una consejería previa, el nacimiento del pichiqueche —niño o niña— y un posterior seguimiento del puerperio, hasta el momento de la siembra de la placenta. Cuando las mamás huilliche se ponen de parto ella llega al hospital con su atuendo tradicional: un chamal, o paño de color negro, que envuelve todo el cuerpo como un vestido y que es sujetado con una faja decorada o trarüwe junto con varios ornamentos de plata con motivos mapuche.
“Me respetan y trabajamos en conjunto. Mientras la matrona esta recibiendo al bebé yo estoy haciendo la ceremonia del kofetun” señala. En este ritual se le va narrando al recién nacido, en lengua mapudungun, quién es y cómo es su tierra de origen. Se le da la bienvenida a la madre Tierra y se presenta a la criatura a su entorno cultural y natural mientras se tocan instrumentos tradicionales como el kultrun, una especie de tambor ceremonial que es considerado el instrumento musical sagrado más importante de la cultura mapuche.
En la habitación durante el alumbramiento las luces son tenues y cada mujer decide en qué posición quiere dar a luz, aunque normalmente es sobre la camilla semi sentada, de manera que queden en posición más vertical. La medicina alópata solo interviene en caso que sea necesario y es la mujer quien hace el trabajo de parto. “Por lo general, lo que más nos solicitan es el uso de hierbas medicinales como el lawen o hierba de la salud. El acuerdo es que nosotros tenemos que saber previamente qué hierbas se van a utilizar para ver si interfieren con algunos de los medicamentos clínicos” explica Rocío, matrona del hospital.
Gracias a este proyecto las madres huilliche se sienten más fortalecidas, acompañadas y respetadas
La mayoría de las familias que acuden a la sala de parto intercultural solicitan llevarse la placenta para sembrarla en su comunidad junto con un árbol, ya que es considerada como el hermano gemelo del bebé que acaba de nacer y tiene alma y espíritu. “Es la primera ofrenda que da el ser humano al llegar a este mundo. La relación entre el ser humano y la naturaleza desde la cosmovisión mapuche es recíproca, la naturaleza nos da y nosotros devolvemos y así se va generando el ciclo de la vida en abundancia. El arbolito que plantamos junto a la placenta de mi hija va creciendo con ella”, describe Yoana. Esta práctica ancestral se ha rescatado gracias al proyecto apelando a la Ley Indígena que protege las necesidades culturales en la atención de salud. “Hay solicitudes en las que las familias quieren que les entreguemos su placenta, a algunas de ellas hemos podido acceder, pero es un tema que estamos conversando ya que la legislación de Chile no permite que salgan residuos de los hospitales” aclara Cristina Muñoz.
Gracias a este proyecto, las madres huilliche se sienten más empoderadas, fortalecidas, acompañadas y respetadas en su cultura. Así lo reflejan los relatos que escriben las mujeres tras el parto y que se recogen como una herramienta esencial para que el equipo clínico pueda ir mejorando en la asistencia con pertinencia cultural.
La salud intercultural
Casi dos millones de personas declararon pertenecer a algún pueblo indígena en Chile, según el censo de 2012. De ellas, el 84,11% son de la etnia mapuche ubicada mayoritariamente en el sur del país. Con estos datos la salud intercultural es un tema que ha ido adquiriendo cada vez más relevancia.
“Todos los programas del servicio de salud deben ir integrando iniciativas interculturales de forma progresiva. Por ejemplo, tenemos un programa de nutrición, ya que la población huilliche tiene mayores indices de obesidad debido a los cambios en su dieta, y su índice de mortalidad por problemas cardiovasculares es más elevado. Esto ocurre más en lo urbano que en lo rural y eso genera un tema que nos ha llevado a reflexión” afirma el doctor Nelson Bello, director del Servicio de Salud de Osorno.
En la provincia está programada para finales de 2017 la inauguración de dos hospitales interculturales y comunitarios en Quilacauin y San Juan de la Costa cuyas características principales serán el reconocimiento e integración de los cultores de la medicina tradicional mapuche de las distintas especialidades: lawentuchefe, persona que conoce las propiedades de las hierbas curativas, ngütamchefe, componedor de huesos, püñeñelchefe, especialista en maternidad o las machis, encargadas de la curación natural. Un nexo entre la medicina ancestral huilliche y la medicina occidental.
Chile ocupa el tercer lugar en el continente americano con la tasa más baja de mortalidad materna
Pese a los avances, aún persiste la falta de oportunidades para que los pueblos indígenas participen en la atención de su salud y sigue existiendo un nivel bajo de compresión de sus necesidades, aunque la situación está mejorando, según el informe de salud familiar y comunitaria de la Organización Panamericana de la Salud.
“Lo más inteligente que podemos hacer los mapuches es apropiarnos de espacios institucionales para poder recuperar nuestras prácticas en las medida que podamos. El tema es tan simple como el de respetarse, respetar que existe una medicina que ya existía antes de que llegara la medicina alópata y que la gente, lo manifieste o no, hace uso de ella igual” declara Yoana, que ve en el empoderamiento el inicio para rescatar las tradiciones ancestrales de su comunidad.
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