Reír o llorar, usted elige
Quizás habría que prohibir todos los chistes sobre cualquier colectivo que tenga un portavoz muy militante y susceptible dispuesto a denunciar supuestas ofensas, viendo crueldad y maltrato donde solo hay ingenio. Los chistes de gitanos, de homosexuales, de mujeres rubias, de suegras, de médicos, de banqueros, de políticos, de tartamudos, de negros, de cojos, de andaluces, de catalanes, etcétera, siempre van a molestar a algún colectivo, o dos, o tres (un gitano cojo andaluz, por ejemplo, lo tiene mal pintado), o soliviantará a los censores de la Junta de Andalucía en particular, que verán aquí una nueva batalla que abanderar (siento no haber feminizado lo anterior, ¡perdón!: chistes de gitanos y gitanas, de políticos y políticas, de tartamudos y tartamudas, dios me libre de querer invisibilizar a la mitad de la humanidad). Volvamos a la razón. Todos nosotros pertenecemos en algún momento a algún colectivo que puede ser objeto de burlas o tema de humor y eso no es para escandalizarse cuando el fin no es hacer daño sino, al contrario, hacer reír, que es bueno para tantas cosas: entre ellas la salud mental y los abdominales. ¡En qué cabeza cabe que Mota quiera ridiculizar a un enfermo terminal!— Carlos Muñoz Mendoza. Bruselas.