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El huerto de la memoria

Albert Jódar

PARA cultivar la memoria no hay mejor lugar que un huerto. Este solar del barrio barcelonés del Raval, okupado hasta entonces por las malas hierbas y por el banco malo, fue limpiado hace un año y medio por unos cincuenta miembros de la asociación de vecinos, que desde entonces organizan en él todo tipo de actividades vinculadas con el recuerdo. El recuerdo, sobre todo, de Juan Andrés Benítez, que murió en esta misma calle de la Aurora durante una turbia detención policial. Aquella que todos recordamos porque fue grabada en vídeo. Pulso play y veo de nuevo cómo hasta 11 agentes de los Mossos d’Esquadra se abalanzan, golpean, se arraciman, patean, entre gritos y sirenas, miran sin hacer nada o reducen hasta su último latido a un hombre que no veo.

Uno de los grafitis que convierten los muros en un museo del arte activista representa a un hombre de corazón gigante rodeado de porras, ojos, coches de policía, agentes y helicópteros, figuras repetidas, siluetas que se suceden hasta formar una espiral que enclaustra a ese cuerpo que sí late todavía. Para mantener vivo ese pulso, además de las charlas y las mesas redondas, de las proyecciones de cine (la última fue El patio de mi cárcel, de Belén Macías) o de las fiestas populares, todos los sábados por la mañana hay sesión de trabajo manual. Esa cabaña de madera del centro, con su porche, no se ha construido por arte de magia, sino tras muchas horas de cargar vigas y de dar martillazos. En el trajín de hoy se comenta la gran noticia: el próximo 9 de mayo comenzará el juicio contra los ocho policías inculpados, seis de ellos por homicidio, dos por ocultación de pruebas, con jurado popular.

Cuando se inauguró el Ágora Juan Andrés se colgó en uno de sus muros un gran retrato suyo de estilo realista. Ya no está. Los artistas del barrio han optado, en sus intervenciones periódicas, por el poder de la metáfora y del símbolo. Tal vez porque ahora el huerto ya no vela sólo por su memoria. Se ha convertido en un espacio de reflexión sobre el biocontrol: sobre nuestro derecho a vigilar a nuestros vigilantes. Y en una plataforma de denuncia de la impunidad policial. Por eso no es extraño que otro de los murales sea sobre los estudiantes de Ayotzinapa. O que en los últimos meses el ágora expresara su solidaridad con los titiriteros terriblemente detenidos en Madrid.

Para este texto, además de visitar el huerto de la memoria, he acudido al blog #JustíciaJuanAndrés y a la página de Facebook Ágora Juan Andrés. Así es la memoria del dolor ahora: muscular y online, cardiaca y pixelada. Como nos recuerda Marina Garcés en Filosofía ­inacabada (Galaxia Gutenberg), ésta nació en la calle y a ella ahora regresa. En el ágora griega se reunían el comercio, la política y la cultura. Como la plaza de Catalunya pertenece a FNAC, El Corte Inglés, Hard Rock Cafe y Apple Store, la filosofía de la polis hay que buscarla hoy en los patios de vecinos, en los huertos, en los grafitis de los muros, en las calles secundarias.

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