Así es el viaje del cerebro a bordo del LSD
El 'ácido' eleva las conexiones neuronales y disuelve los límites entre las áreas cerebrales
Con 75 microgramos de dietilamida de ácido lisérgico o LSD (un microgramo es la millonésima parte de un gramo) la actividad del cerebro se dispara hasta difuminar las fronteras entre las distintas partes del cerebro. Un estudio pionero ha registrado con modernas técnicas de neuroimagen el cerebro de un grupo de individuos que habían tomado ácido. Esta hiperactividad cerebral se tradujo, según describieron los participantes, en una especie de disolución del yo.
Sintetizado por primera vez por Albert Hofmann en 1938, el LSD se convirtió en una herramienta habitual entre los psicólogos y psiquiatras de los años 50 y 60 del siglo pasado. Pero su creciente uso como droga recreativa (los hippies, el Lucy in the Sky with Diamonds de los Beatles...) llevó a las autoridades a declarar su tráfico y consumo ilegales primero en EE UU y después en el resto del mundo.
La prohibición cercenó los muchos caminos que la ciencia estaba explorando sobre la droga. Solo recientemente, y con muchos obstáculos, se vuelve a estudiar el LSD y otras sustancias psicotrópicas como la psilocibina (hongos) o fenetilaminas como la mescalina, sus efectos sobre el cerebro y sus posibilidades para la ciencia.
En esta ocasión, un grupo de neurocientíficos ha tenido la rara ocasión de investigar a fondo los efectos del LSD con 20 voluntarios que nunca antes habían probado algún psicotrópico. Separadas por dos semanas, participaron en dos sesiones. En una les inyectaron una solución con 75 µg de ácido y en la otra solo placebo. Tras 70 minutos bajo los efectos del LSD, los introdujeron en un escáner cerebral, les dijeron que cerraran los ojos y se dejaran llevar. Usaron tres modernas técnicas de neuroimagen para registrar el viaje durante una hora.
Tras su prohibición a finales de los 60 apenas se han estudiado los efectos del LSD sobre el cerebro
"En condiciones normales, nuestro cerebro se basa en redes independientes que realizan funciones especializadas por separado, como ver, moverse u oír. Sin embargo, bajo los efectos del LSD la separación entre estas redes se rompe y, en su lugar, vemos un cerebro más integrado o unificado", dice en una nota el doctor del departamento de medicina del Imperial College de Londres y coautor de la investigación, Robin Carhart-Harris.
En todos los casos, los investigadores no solo comprobaron una gran conexión entre las zonas cerebrales, también vieron un aumento casi explosivo de la actividad en todo el cerebro, pero en especial en zonas denominadas de alto nivel, como la red neuronal por defecto. Pero, tal como explican en PNAS, si hay una región que siente más el efecto del ácido es el córtex visual, el encargado de procesar e interpretar lo que vemos. Pero, aquí, los participantes estaban con los ojos cerrados.
"Observamos cambios en el cerebro bajo los efectos del LSD que sugieren que nuestros voluntarios estaban viendo con los ojos cerrados, aunque ellos vieran cosas de su imaginación, no del mundo exterior. También vimos que muchas más áreas del cerebro de las habituales estaban participando en el procesamiento visual", comenta Carhart-Harris. Comprobaron además que la intensidad de este fenómeno estaba correlacionado con la valoración más o menos intensa que los participantes hicieron de la experiencia.
La investigación ha dado tanto de sí que los investigadores han publicado diferentes aspectos de la misma en otras dos revistas científicas diferentes. En una de ellas, Current Biology, exponen los resultados de uno de los efectos más reportados por los que han tomado drogas psicodélicas, como es la disolución del yo y su fusión con el entorno. La base funcional de este fenómeno estaría en la multiplicación de las conexiones neuronales entre el lóbulo frontal (la parte ejecutiva del cerebro) con la zona sensorial, encargada de procesar la información del exterior.
"Esto podría significar que el LSD provoca un intenso intercambio de información entre regiones, reforzando la conexión entre nuestro sentido del yo y el del ambiente, quizá diluyendo los límites de nuestra individualidad", sostiene el investigador del Instituto de Neurociencia de Países Bajos y coautor de la investigación, Enzo Tagliazucchi. Este neurocientífico argentino ya había comprobado este mismo mecanismo de acción con otro psicotrópico, la psilocibina, sintetizado a partir de unos hongos. Como con el LSD, también allí se produce una especie de estado mental enriquecido.
Entre los firmantes de la investigación hay dos personas que son más relevantes por quiénes son que por su papel en ella. Una es la condesa de Wemyss y March, Amanda Feilding. Esta artista y filántropa ha financiado el estudio desde la Fundación Beckley. Desde ella, Feilding busca dos objetivos: revisar la política actual de lucha contra las drogas y, por otro lado, que la ciencia sepa todo lo que se pueda sobre las drogas psicoactivas y su posible uso para curar las enfermedades de la mente.
Otro de los firmantes es David Nutt, profesor del Centro de Neuropsicofarmacología del Imperial College. Nutt lleva años denunciando lo que él considera la censura científica que suponen los obstáculos que ponen las autoridades a la investigación con las drogas. Tras publicar un profundo análisis de los problemas que tiene los científicos para trabajar con psicotrópicos y su impacto negativo en la neurociencia, Nutt aseguraba: "Esta obstaculización de la investigación y las terapias está motivada por razones políticas, no científicas".
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