Así vivió escondido durante 11 años el novio de Olivia Newton-John
Patrick McDermott fingió su muerte y se retiró a un pueblo del Pacífico mexicano. Sus vecinos narran su vida clandestina
Cuando Eduardo le servía un cóctel margarita a un tipo con apariencia asiática en una playa remota del Pacífico mexicano, no sabía que ese hombre estaba oficialmente muerto. Con los pies enterrados en la arena descansaba, según cuentan los vecinos, Patrick McDermott, el novio de Olivia Newton-John que un día de 2005 se subió a un barco y jamás regresó. Tres años de búsqueda infructuosa concluyeron que debía haber caído por la borda y las autoridades estadounidenses decretaron su defunción. Después de 11 años, una revista australiana ha dado con su paradero exacto: la pequeña localidad surfera de Sayulita, en el Estado de Nayarit. Pero es en San Francisco, el pueblo costero de al lado conocido como San Pancho, donde los vecinos recuerdan haberlo visto hace menos de un mes disfrutando del cóctel a base de tequila.
Poco después de anunciar su muerte en 2008 había muchas cosas que empezaron a oler mal en la historia. No había testigos de su muerte en el barco y los medios estadounidenses hicieron público que McDermott, de ascendencia coreana, se había declarado en bancarrota. Tenía deudas de más de 30.000 dólares y estaba acusado de no pagar la manutención del hijo que tiene con su exmujer, la actriz Yvette Nipar. En 2010 un equipo de detectives privados contratados por la cadena NBC señaló que estaba vivo en México. Pero no ha sido hasta este mes cuando han dado con la localidad.
"San Pancho es un buen lugar para hacerse el muerto. Yo tengo un amigo aquí que ha muerto tres veces porque le debía dinero al banco", cuenta Nacho Berumen, el librero del pueblo desde la mesa del bar de playa donde expone los ejemplares. Al ver la foto más reciente de McDermott —de hace más de 11 años— señala convencido: "Este hombre viene mucho, está más viejo, pero se va a correr a la playa y regresa a tomarse un trago. El tipo está entero". A Berumen le había contado en una de sus charlas que trabajaba en un banco en Chicago. Pero a María, la camarera que suele atenderlo, le dijo que vivía en Sayulita: "Además recuerdo que traía un coche viejito donde ponía el nombre del pueblo en las placas", apunta.
A San Pancho acuden a retirarse muchos jubilados estadounidenses y canadienses con dinero que huyen del lujo de Punta de Mita, a una media hora en coche. "Aquí vienen a vivir en paz y armonía, son los hippies de los sesenta", cuenta Berumen. "Por esta playa se han paseado millonarios, como el dueño de Revlon, y ninguno hubiéramos dado un peso por él", recuerda.
Los vecinos del municipio describen a McDermott como un hombre solitario, tranquilo, que no llama mucho la atención. Si se acuerdan de él es porque, según cuenta Alfredo Uriber, "es muy metódico, acudía siempre a tomar algo al mismo sitio". Vestía de manera muy informal, los que aseguran haberlo conocido jamás hubieran imaginado su pasado. "Es un tipo más bien greñudo, canoso y despeinado, el clásico hippie-chic", explica Manuel Muro, dueño de El Chile Relleno, un restaurante de comida mexicana en Sayulita. Y añade: "Ha venido a comer aquí, yo le atendí. Le serví un chile relleno, la especialidad. Y no te creas, me dejó solo un 10% de propina. Si llego a saber que era famoso...".
Sayulita es todo lo contrario a San Pancho. Tiene casi el doble de habitantes y, aunque no es mucho más grande, el atractivo turístico es más visible. Los visitantes cruzan las calles empedradas en cochecitos de golf, un grupo de güeritos en traje de baño decide a dónde se desplazarán con su cuatrimoto, otros se aferran a su monopatín pese a las dificultades del terreno. "McDermott vivía aquí desde hace tiempo. Yo lo he visto pasear muchas veces por la playa, con sus pantalones cortos y con pinta de surfero grande", recuerda Oswaldo Vallejo, una especie de gestor municipal encargado de proveer los servicios básicos de agua y recogida de basuras al pueblo.
Los monitores de surf confiesan conocerlo, pero prefieren callar y no dar detalles. "Los surfos no dirán nada, tienen miedo todo el tiempo porque son bien marihuanos. Sayulita vive de la venta de mota y todos la llevan encima", cuenta José Alonso Chacón, el dueño de uno de los restaurantes más caros de la zona, Don Pedros, junto a la playa.
Sobre si tiene pareja o no, los que aseguran haberlo visto recientemente cuentan que casi siempre iba solo. Aunque la revista publicaba que tenía una novia alemana, nadie de los consultados en los municipios lo confirma.
"Desde que salió su foto en los periódicos no se le ha vuelto a ver por aquí", cuenta María. Algunos señalan que trabaja en un barco y por eso pasa temporadas sin aparecer. "En San Pancho nadie lo encuentra. Y si lo hacen, el pueblo lo va a proteger, porque de eso vive", sentencia Berumen.
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