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MIRADOR
Columna
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En funciones

Por la misma razón que el Gobierno alega para no dar explicaciones, los ciudadanos podemos declararnos exentos de cumplir con nuestras obligaciones

Julio Llamazares

Dice el Gobierno que no da explicaciones al Parlamento, o sea, a los españoles, porque está en funciones y porque el Parlamento actual no es el que lo eligió. Puede que tenga razón, pero debería el Gobierno andar con cuidado, pues ese mismo argumento se le puede volver en contra si, como él hace, los votantes (y los abstencionistas) nos declaramos también en funciones y comenzamos a desobedecerlo, puesto que ese Gobierno ya no es el que hemos elegido (otra cosa es que sepamos si hemos elegido alguno).

Imaginemos que, de repente y por la misma razón que el Gobierno alega para no dar explicaciones al Parlamento, los españoles nos declaramos también exentos de cumplir con nuestras obligaciones, puesto que somos trabajadores por cuenta ajena o autónomos en funciones, conductores de coches y peatones en funciones, cotizantes a la Seguridad Social en funciones, contribuyentes de Hacienda en funciones, en fin. ¿Quién nos puede obligar a cumplir la ley si el Gobierno que la aprobó ya no es el mismo? ¿Qué autoridad nos puede sancionar o detener, puesto que, si sus superiores están en funciones, ellos lo están con igual motivo?

La tautología es a lo que lleva: a que el absurdo se te dé la vuelta. Cree el Gobierno que interpretando la ley a su favor saldrá beneficiado y bien parado, y lo que le puede ocurrir es que acabe trasquilado y sin orejas. El mentor o mentora de esta nueva estrategia popular quizá sea muy inteligente, pero puede que pase a la historia como el que implantó en España el anarquismo real, algo que no ha ocurrido hasta el día de hoy en ningún lugar del mundo salvo en las comunas hippies.Y lo que tiene mérito es que lo haga un Gobierno conservador, aficionado a apelar a la ley para todo y a utilizarla como instrumento de disuasión cuando le interesa. Ahora, por ejemplo, para no dar explicaciones al Parlamento, o sea, a los españoles, de decisiones trascendentales.

Luego se extrañarán de que mucha gente, cuando les oye hablar de la Constitución, cambie en seguida de canal o de emisora o los ponga en silencio para no oírlos ¿O es que el presidente cree que alguien le escucha ya cuando habla, ni siquiera en los mítines para sus militantes? La prueba de que ya nadie le escucha, ni a él, ni a sus ministros, ni al portavoz de su partido en el Parlamento (no sé si este en funciones también; habría que preguntárselo en su próxima rueda de prensa, si es que la da), es que dicen las cosas que dicen sin que la población entera los abuchee como a los actores malos en el teatro.

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