El “monstruo de Tully” halla su lugar en la evolución animal
El extraño fósil del carbonífero se revela como una especie extinta de lamprea
El bicho, desde luego, se las trae. Con su trompa sinusoide acabada en una especie de pico con varias filas de dientes, sus aletas caudales y su barra dorsal rematada por dos ojos atónitos, el ‘monstruo de Tully’ ha resultado ser un vertebrado similar a las lampreas, y no un gusano, ni un molusco, ni un artrópodo ni un conodonte, como han creído unas u otras generaciones de paleontólogos.Tullimonstrum gregarium fue descubierto hace medio siglo por el coleccionista Francis Tully, en un depósito de 308 millones de años, en Illinois (de hecho es el “fósil oficial” del estado de Illinois). El análisis de 1.200 especímenes de museo ha aclarado el misterio.
Los “fósiles problemáticos”, cuya morfología no se puede asignar de manera nítida a ningún grupo conocido, son un dilema clásico de la paleontología. Los más célebres son los que el evolucionista Stephen Jay Gould denominó “prodigios extraños” (weird wonders) de la explosión cámbrica, hace unos 500 millones de años, en los albores de la vida animal en la Tierra. La opción de Gould y su colega Simon Conway-Morris fue clasificarlos en grandes grupos (filos) extintos, experimentos iniciales de la evolución animal que no tuvieron continuidad en las épocas posteriores.
Hoy, sin embargo, se los considera formas primitivas de los principales planes de diseño animal que han llegado a nuestros días, como los artrópodos (insectos, arañas, gambas), los moluscos (pulpo, calamar, mejillón) y los cordados como la merluza y el lector. No se trata de un matiz de interpretación de interés exclusivo para eruditos de la taxonomía: implica un serio revolcón de los conceptos evolutivos más profundos.
El último “prodigio extraño” que quedaba por resolver era seguramente Tullimonstrum gregarium, el monstruo de Tully, cuya extravagancia resultaba aún mayor por no datar de la época inicial de la “explosión cámbrica” (500 millones de años atrás), sino del muy posterior carbonífero (300 millones de años atrás), cuando los diseños animales estaban ya muy bien asentados. El fósil oficial ha traído locos a los paleontólogos. ¿Es un nemertino? ¿Es un poliqueto? ¿Un gastrópodo, un conodonte, una opabinia? Nada de eso.
Victoria McCoy, Derek Briggs y sus colegas de la Universidad de Yale, el Museo de Historia Natural de Nueva York y el Museo Field de Chicago, entre otros centros, no han desenterrado nuevos fósiles, sino que ha examinado los 1.200 ejemplares que ya tenían los museos de Nueva York, Chicago y Yale. Han establecido así que el tullimonstruo tiene un notocordio, una estructura alargada dorsal característica de todos los cordados, el grupo al que pertenecen los vertebrados, y otros rasgos distintivos de los vertebrados primitivos, como las arcualia o nódulos cartilaginosos y los sacos branquiales. Presentan los resultados en Nature.
Como ocurrió con los weird wonders de la explosión cámbrica, la reclasificación del tullimonstruocomo un tipo, ciertamente extravagante, de lamprea primitiva devuelve las cosas a una interpretación más decimonónica, casi haeckeliana, de la evolución animal. Gould pensó que la explosión cámbrica mostraba que la evolución de los animales actuales era poco más que un accidente histórico, y que si volviéramos atrás la película de la vida, como en Qué bello es vivir de Frank Capra, la historia sería muy diferente, y la especie humana nunca habría llegado a existir.
La reinterpretación actual de la fauna fósil de la explosión cámbrica no como evidencia de una plétora de diseños animales extraños que luego se extinguieron, sino como formas primitivas de los mismos animales que existen hoy, apunta a una biología más comprensible y, en cierto modo, predecible. Éste es el mensaje que completa ahora el monstruo de Tully.
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