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Seseña, el abuso de la ciudad

La ciudad posindustrial es un ‘no-lugar’, una estructura para condicionar y excluir

Carta de la semana: Seseña, el abuso de la ciudad

En las sociedades capitalistas globalizadas, lo urbano determina que los que han nacido con limitaciones económicas y relacionales, y que no han adquirido capacidades para superarlas, están condenados a ser mano de obra prescindible y vecinos de ninguna parte. El reportaje sobre Seseña (28-2-2016) lo ilustra con sencillez: “La idea esencial era edificar pisos de lujo para obreros”. La ciudad posindustrial es un ‘no-lugar’, una estructura para condicionar y excluir.

Luis Fernando Crespo Zorita. Alcalá de Henares (Madrid)

No todos de derechas

En El País Semanal número 2.050, Martín Caparrós pone en duda la labor de la Madre Teresa, y Rita Indiana comenta que “la derecha cristiana se ensaña en todas partes contra inmigrantes de manera jactanciosa y cruel”. Soy cristiano católico (no todos somos de derechas), pertenezco a una institución de más de 2.000 años que ha cometido –y comete– muchos errores injustificables, pero dudar a estas alturas de la labor de la Iglesia por los más desfavorecidos no es justo ni fiel a la verdad. Cáritas, Manos Unidas, ONG como la del padre Ángel, congregaciones como San Juan de Dios, Sagrado Corazón… Y su ayuda a toxicómanos, inmigrantes (sin pedirles los papeles, Rita), desahuciados, prostitutas… Pero es más guay el titular anti-Iglesia, seguir con los estereotipos como los de “derecha cristiana” o quedarse con alguna estupidez que de vez en cuando dice algún arzobispo que no nos representa.

José García Villalobos. Málaga

La burbuja emocional

Últimamente reflexiono mucho sobre dos modas psicosociológicas. Una la recordé con la columna de Berta Vias Mahou del 14-2-2016. Consiste en llamar “persona tóxica” a quien nos impida sentirnos en la gloria y huir de su lado. La otra es hacer cursos de gestión emocional, desarrollo personal o mindfulness. Respecto a la primera, opino que actuar tan ligeramente es poco humano. Yo no podría vivir en esa burbuja, sin libertad para escuchar con empatía las razones de comportamientos y sufrimientos ajenos. Y en cuanto a la otra, vería más coherente que se denominaran con títulos en la línea de Cómo ocultar tus emociones y evitar, así, fastidiar al personal o Técnicas para huir de los que nos manifiestan su sufrimiento, amargándonos. Hay más toxicidad en quienes permiten guerras, pobreza, analfabetismo y mil cosas más que obviaré para no ser marginada por transmitir tristeza tóxica.

Lourdes Manzaneque González. Sevilla

Razas tronchantes

En su columna del 28 de febrero, cita Valeria Luiselli a una amiga de su hija diciendo que es “afroargentina”. ¿Afroargentina? ¿En serio? Yo, nacido en Cádiz, más bien alto, con el pelo castaño oscuro, los ojos verdes y la piel clara, no sé, la verdad, a qué raza pertenezco –ni me importa–, pero a la mediterránea parece que no. ¿Seré caucásico-español? ¿Gaditano-ario tal vez? Invito a la señora Luiselli a que me asigne una. El calificativo será cuando menos tronchante.

Luis Zumel Vara. Madrid

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