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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Schäuble veta la expansión

El G-20 concluye en un mar de dudas, aunque toma nota de la amenaza de recesión

Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, con Wolfgang Schäuble
Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, con Wolfgang SchäublePool (Getty Images)

La reunión del G-20 en Shanghái ha finalizado casi de la única forma que podía hacerlo: los 20 países más desarrollados y emergentes han tomado nota de la desaceleración económica que se aproxima y han concluido que la política monetaria no es bastante para hacer frente al estancamiento global, agravado por las expectativas de deflación más acusadas de la historia, y unos mercados de valores inquietos ante la amenaza de tempestad. El problema del encuentro, paradójicamente, radica en lo que podría interpretarse como compromiso final: los países participantes se comprometen a utilizar “todas las herramientas posibles para fortalecer el crecimiento global”. Un recurso retórico para salir del paso.

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“Todas las herramientas posibles” carece de significado cuando se sabe que Alemania no acepta la herramienta de la expansión fiscal y cuando se comprueba que los estímulos monetarios están al borde del agotamiento (en Europa tienen ya poco recorrido, igual que en área del yen, y EE UU está de vuelta hacia políticas monetarias más rigurosas). China quizá acepte más gasto fiscal, pero la desconfianza hacia la política económica de Pekín está muy arraigada en los mercados. En cuanto a las rebajas de impuestos, su eficacia es limitada y, desde luego, dispar.

El riesgo de estancamiento, con recesiones localizadas, interpela directamente a Europa, y más concretamente a Alemania. Cuando el ministro Schäuble invoca como solución las “reformas estructurales”, convendría que precisara a qué reformas se refiere. Porque la política de austeridad de los países periféricos del euro no ha resuelto el problema del endeudamiento público; y si algunos países (de nuevo España) crecen a tasas del 3,2% (después de hundimientos catastróficos del PIB) ha sido, en parte, a costa de ajustar los salarios y precarizar el empleo. Esas reformas estructurales, herr Schäuble, no fortalecen la recuperación: sólo consolidan los superávit de países como Alemania, y debilitan las redes de protección social.

El hecho de que en Shanghái se haya presentado como una opción razonable —de hecho, la única— el aumento de la inversión pública para estimular el crecimiento es un avance político. La tarea ahora es fortalecer esa línea argumental.

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