Negociadores
En el juego de tahúres de nuestros políticos, una línea roja podría ser una barrera que se pudiese desmontar para aparentar un sacrificio
Hace unos meses mi amigo Rodrigo Cota, que además de periodista es negroliterario y nunca sabe cuándo se está dedicando a una cosa y a otra, recibió la llamada del escritor Alfredo Conde. Conde se quejaba de que hacía tiempo que no se veían y le proponía comer un día de la semana siguiente.
Cota le dijo que podía el viernes, a lo que Conde respondió de manera insólita con un bufido. Cota propuso el martes, un día que Conde tampoco podía. Cota empezó a sentir que le sudaba la calva. Quizás el lunes, dijo con un hilo de voz. Y entonces, para su delirio, empezó a escuchar al otro lado cómo se pasaban unas hojitas de agenda. Permaneció callado con la mano del móvil temblando. “Mmmmh…”. “Alfredo”. “Mmmmh…”. “Alfredo, me estoy volviendo loco, ¿un miércoles?”. “No sé. La verdad, Rodrigo, es que me pones en un aprieto porque tengo unas fechas complicadas. ¿Por qué no hablamos en otro momento?”.
Cota me lo contó el otro día mientras cenábamos. Siempre había admirado a Conde: ahora lo veneraba. Quizás el escritor estaba aburrido en casa y sintió la necesidad de rechazar con educación a alguien; estaba ya maduro para la investidura.
En la vida hay que saber fabricarse escenarios. Yo a veces cuando veo que alguien saca el móvil en la calle voy hacia él gritando: “¡Fotos en la calle no! ¡Respeta mi intimidad!”. Un día acerté y todo; el tipo se puso colorado y volvió a meter el móvil en el bolsillo diciendo: “Perdona, Quique González”.
Es algo muy parecido a lo que está ocurriendo en la política española. Los partidos se están esforzando en crear un contexto no se sabe si para la sesión de investidura o para las nuevas elecciones. En ese elegante juego de tahúres una línea roja podría ser una barrera artificial que se pudiese desmontar para aparentar un sacrificio.
Al salir de su reunión, Pedro Sánchez dijo que Pablo Iglesias tenía que elegir entre un Gobierno de progreso o la derecha. Pablo Iglesias, por su parte, dijo que Pedro Sánchez tenía que elegir entre un Gobierno de progreso o la derecha. Los analistas coincidieron en que sus posturas nunca estuvieron más separadas. Tienen razón.
Negociar es un arte. Pedro Sánchez lo está haciendo con dos partidos incompatibles. Cuando Iglesias le dijo a Rivera que como siguiesen respondiendo lo mismo a Jordi Évole acabarían por presentarse juntos, adelantaba la envolvente Conde: te necesito para rechazarte. Algo parecido a lo que Sánchez hará con ellos a la hora de la verdad. Cuando descubra que le sobra uno y le faltan todos.
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