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Columna
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Son asuntos nada corrientes

Rajoy debería buscar el apoyo parlamentario antes de acudir a la próxima cumbre europea

Soledad Gallego-Díaz

¿La Unión Europea tiene por objeto buscar progresivamente una unión más estrecha de los pueblos de Europa, o no? ¿Se puede justificar que en un espacio único en el que las mercancías, los servicios y el dinero circulan sin ningún tipo de condición, los beneficios sociales, por el contrario, sean distintos en Reino Unido para un británico que, por ejemplo, para un español que reside allí? ¿Pueden los países que no son miembros de la moneda única bloquear decisiones de los organismos que regulan el euro? Estas son, básicamente, las preguntas que deben responder los jefes de Gobierno en el Consejo Europeo de los próximos 18 y 19 de febrero.

En España, como casi siempre, hay que empezar por el prólogo: ¿es razonable que un presidente del Gobierno en funciones, que tiene su capacidad acotada por ley a asuntos corrientes, asuma la representación del país para responder? Eso es lo que quiere Mariano Rajoy, dar cuenta al Parlamento español a su regreso. La experiencia demuestra que Rajoy, uno de los dos presidentes de Gobierno a los que con solo acercarles un dossier europeo les sale una erupción, suele firmar donde le piden sus asesores. Pero esta vez, las cosas son diferentes.

El Consejo Europeo va a decidir sobre asuntos que no son corrientes y lo lógico es que Rajoy opte, bien por decir en Bruselas que la posición de España queda en suspenso, lo que no sería tan extraño porque existen precedentes, bien que acuda antes al Congreso de los Diputados, explique su criterio y negocie un respaldo parlamentario suficiente. La segunda opción es la que propone buena parte de la Cámara y sería de desear que se abriera paso. No es posible que asuntos tan importantes como los que se van a tratar en ese Consejo pasen como cuestiones de puro trámite, para los que basta y sobra la opinión de un director general. No son cuestiones técnicas, sino políticas, más políticas que nunca y en un momento especialmente peligroso para la Unión Europea.

Las respuestas que deriven de la propuesta de Nuevo Concierto para Reino Unido en la UE tendrán consecuencias para España

Además, uno de los grandes defectos de la legislatura anterior fue precisamente la falta de debate sobre temas fundamentales. Fue un escándalo que el pleno del Congreso no tuviera ocasión de debatir sobre el rescate del sistema financiero, ni sobre la creación de un banco malo, ni sobre casi nada que tuviera que ver con las condiciones de la UE. Esta sería una excelente ocasión para que los nuevos diputados tomen contacto con el debate político parlamentario, que aprendan a desentrañar documentos europeos y que establezcan nuevas vías para comunicarse con los europarlamentarios. Para que tomen conciencia de su propia responsabilidad en impulsar, protagonizar y adaptar las decisiones que se adopten en Bruselas en lugar de desentenderse y echar toda la culpa a la UE.

Las respuestas que deriven de la propuesta de Nuevo Concierto para Reino Unido en la UE tendrán consecuencias para España. Algunos juristas creen que el texto propuesto por el polaco Donald Tusk, salvo en lo relativo a dejar en manos de Reino Unido el recorte de beneficios sociales a los extranjeros, es lo bastante ambiguo como para no implicar cambios sustanciales en la Unión y permitir, sin embargo, a David Cameron que defienda el “sí a Europa”. Pero, como muy bien explicó en su día la secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright: “En el curso de mi carrera aprendí que los diplomáticos británicos están capacitados para escribir con mucha precisión. Y cuando no lo hacen, cuando ponen una doble negación, por ejemplo, hay que estar muy atentos: intentan rodearnos de niebla”. El texto de Tusk está lleno de niebla. Lo lamentaremos.

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