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Columna
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Fila cero

Quien tenga memoria, que recuerde de donde venimos

Manuel Vicent

El 5 de febrero de 1976, hace ahora 40 años, se celebró en el pabellón del Real Madrid el famoso concierto de Raimon cuando en España la democracia estaba rompiendo aguas y los estertores del parto eran los asesinatos de ETA y del GRAPO, las manifestaciones reprimidas con el cruce de pelotas de goma y balas de verdad, que algunos pistoleros a sueldo disparaban por las espalda bajo los gases lacrimógenos para ensayar la masacre de los abogados de Atocha al año siguiente.  Mientras el alarido de los furgones policíacos atravesaban la ciudad y los cascos de los caballos se debatían contra las pancartas saltando sobre los cadáveres tapados con una sábana en el asfalto, el concierto de Raimon se constituyó en un acto político que los demócratas aprovecharon para hacer visible su apuesta común por la libertad, no sin sacrificar una parte de sus ideales. Todo estaba a punto de saltar por los aires, pero hoy nadie recuerda el peligro que soportaron los políticos de la oposición desde los sótanos del franquismo, sino la generosidad y el talento con que supieron jugar las cartas de la democracia. En el concierto de Raimon se estableció una fila cero y allí estaban todos, Felipe González, Sánchez Montero, Marcelino Camacho, los democristianos y liberales. El público pedía unidad a gritos encendiendo una cerilla para iluminar la historia y pese a que alguien amenazó con gasear el local, nadie se movió. Quien tenga memoria, que recuerde de donde venimos. Quien por su juventud no la tenga, que rebaje un poco los humos porque comparado con la situación de plomo de 1976, este parto del nuevo gobierno es solo un guateque, pero todo puede venirse abajo si los políticos, a derecha e izquierda, en lugar de contemplar el horizonte de su propio ombligo no forman juntos a toda costa otra fila cero ante este nuevo concierto.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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