Una forma de referirse al Rey
El problema radicaría en que se incorporase un factor más a la división que pueden ocasionar las palabras
Pablo Iglesias ya ha acudido dos veces al palacio de la Zarzuela, y en las declaraciones posteriores mencionó con insistencia a su interlocutor como “el jefe del Estado”. Así se refirió a él en las once ocasiones en que lo nombró el 1 de febrero; y en ocho de las nueve menciones del 22 de enero (una vez sí dijo “el Rey de España”, yo creo que por descuido).
El líder de Podemos pareció eludir las opciones “el monarca”, “su majestad”, “el Rey” o “Felipe VI”, que sin embargo afloraron en las preguntas de la prensa. Ni siquiera las usó para evitar reiteraciones, quizá porque esas alternativas le parecían monárquicas, mientras que la expresión “jefe del Estado” sería compatible con una República.
Cada cual está en su derecho de referirse educadamente a personas, hechos o cosas como mejor le parezca, mientras no incurra en mentira ni engaño. Eso no se discute.
La preocupación que nace de una decisión así va por otros derroteros. El problema radicaría en que se hubiera incorporado un factor más a la división que pueden ocasionar las palabras entre nosotros.
Hay quienes creen que son más cuidadosos con la igualdad de mujeres y hombres si hablan en sus discursos de “ciudadanos y ciudadanas”, y eso lleva a un cierto rincón rancio a los demás. Los que pronunciaban “violencia de género” se encuadraron a su vez en la línea ortodoxa de la condena de los salvajes, frente a quienes elegían “violencia machista” o cualquier otra opción. Y habrá quien aún diga “la jueza”, “la ujiera” o “la capataza” sólo para que no le reprochen nada.
El líder de Podemos pareció eludir las opciones “el monarca”, “su majestad”, “el Rey” o “Felipe VI”, que sin embargo afloraron en las preguntas de la prensa
Las palabras también nos han dividido otras veces entre crisis o desaceleración, retención o detención, la frontera con Gibraltar o la Verja, España o el Estado español.
Durante la Transición, bastaba con decir “País Valenciano” para ser de izquierdas, y aquel desdichado que utilizara la denominación histórica “Reino de Valencia” quedaba fichado de inmediato como derechista. Un nacionalista vasco hablaba de Iparralde o de Euskadi Norte, y quien eligiera formas más neutrales era conducido de repente al otro lado de la frontera… política.
Por todo eso, cabe recibir con prevención el cuidado lenguaje de Pablo Iglesias para referirse al Rey, porque su siembra y su arraigo pueden poner en el brete de retratarse a quienes usen con naturalidad cualquiera de sus equivalencias:
–¿Es tu prima partidaria de la República?
–Creo que sí, porque habla del “jefe del Estado” y no del Rey.
–¿Es tu amigo monárquico?
–Sin duda. No se le cae de la boca la palabra “Rey” cuando habla del jefe del Estado.
Valdría la pena que la política no inoculase en el vocabulario de la gente más palabras proscritas, para que el simple acto de nombrar no provoque nunca el primer distanciamiento.
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