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Puntadas de doble filo

Durante siglos, las mujeres aprendieron el abecedario con aguja e hilo en lugar de con lápiz El arte contemporáneo ha incorporado el bordado a sus múltiples técnicas

Obra de Maurizio Anzeri que utiliza el bordado sobre fotografías antiguas.
Obra de Maurizio Anzeri que utiliza el bordado sobre fotografías antiguas.

En el bordado, las técnicas permanecen inalteradas desde hace siglos. Lo distinto ahora son los motivos que se plasman con aguja e hilo sobre la tela, el relato que surge de ellos, el uso y la intención, incluso el estado de ánimo o la actitud. En el arte contemporáneo, el bordado se ha incorporado a las técnicas mixtas de muchos creadores, de mujeres y también de hombres. Y lo hace con aguja de doble filo: una figura bordada significa mucho más que el mismo trazo sobre un papel. Porque cada puntada está cargada de la historia doméstica de las mujeres.

El bordado, por sí solo, sigue remitiendo a la sumisión patriarcal en el silencio del hogar, a la exigencia de pureza, de recato; alude a la laboriosidad, la reclusión. Pero hace tiempo que las bordadoras se han soltado el pelo. Cuando Tracey Emin, la chica mala del arte británico, dibuja un desnudo femenino con el aparente trazo libre de la pluma y vemos que está bordado sobre una tela, adquiere no solo el significado de la forma, sino que viene cargado con todo el peso social e histórico de la técnica empleada. Como decía McLuhan, el medio es el mensaje.

Las feministas de los años setenta cosieron para denunciar y contradecir los roles o prejuicios ligados al bordado y la mujer. Una de las piezas emblemáticas es The Dinner Party (1979), de Judy Chicago. Otra de sus obras más significativas es The Birth Project, incluida en la exposición ¿Por qué no Judy Chicago?, que puede visitarse en el Azkuna Zentroa de Bilbao (hasta el 10 de enero). “A partir del movimiento feminista de los setenta, el bordado entra a formar parte de la gran variedad de técnicas usadas por los creadores”, explica la artista norteamericana. “Yo selecciono las técnicas en función de lo que necesito expresar, y cuando quiero darle textura a una pintura añado bordados u otras técnicas de aguja. Suelo repetir que un hilo puede ser como una pincelada. Es más, considero ridículo pensar que las técnicas tienen un género sexual. Solo los artistas tienen género, las técnicas deben trascender los roles de género. Están disponibles para quien quiera usarlas”.

La peruana Ana Teresa Barboza construye escenas con dibujo y bordado con estos Animales familiares (2011).
La peruana Ana Teresa Barboza construye escenas con dibujo y bordado con estos Animales familiares (2011).

El feminismo de hoy es también para los hombres. Pero antes de aludir a artistas masculinos que bordan, vamos a señalar a algunas de las mujeres y lo que hacen. Hay quienes marcaron la senda: Louise Bourgeois, Ghada Amer, Orly Cogan, los tejidos de Rosemarie Trockel, los entramados de Chiharu Shiota. Cogan dice estar en busca de la “reina de belleza feminista”, y lo hace a través de escenas llenas de “subversión y flirteo, humor y poder, intimidad y frivolidad”. Sus telas representan arquetipos y estereotipos. Mujeres desnudas pasando el aspirador o metiéndose una raya de cocaína, complejas escenas sobre la maternidad y las relaciones con los hombres. “Los personajes que represento son irreverentes con los convencionalismos de la feminidad”, explica.

La sexualidad manifiesta y desinhibida ha entrado al bordado artístico. La colombiana María Alejandra Garzón, alias Suntuosa Vulgaridad, cose escenas de sexo explícitas y recrea con aguja, hilo y minuciosidad páginas completas de revistas femeninas a partir de una posición crítico-erótica. Pero no se trata solo de la representación figurativa bidimensional. La peruana Ana Teresa Barboza, que combina dibujo con bordado en obras que involucran a la mujer (con animales, en escenas íntimas), ha trascendido ese nivel desarrollando en el espacio paisajes que desbordan el bastidor de costura y se agarran a la pared como enredaderas o se deslizan como cataratas. “No solo lo femenino necesita ser subvertido para poder explorarlo. Yo creo que todo lo que nos rodea necesita una cierta subversión para darnos cuenta de que todo está transformándose constantemente”, comenta.

Un dechado de prejuicios

Los dechados eran esas telas en las que se bordaban muestras de distintos tipos de puntos que solían ir encabezados por las letras del abecedario. A falta de escolarización, muchas mujeres aprendieron a leer así. Y ya en siglos pasados algunas dieron pequeñas muestras de rebeldía doméstica bordando frases consideradas subversivas en su momento, imágenes alejadas de lo convencional. Es lo que cuenta el libro The Subversive Stitch. Embroidery and the Making of the Feminine, de Rozsika Parker, referencia inexcusable en este tema.

El norteamericano Bren Ahearn se vale de los dechados bordados a gran escala para hacer una nueva lectura a partir de sus experiencias como homosexual. “Tuve la oportunidad de ver una colección de dechados antiguos utilizados como herramienta educativa y me hizo pensar que podía ser una manera de explorar de qué forma me habían criado para ser un hombre en la sociedad americana. Algunos de mis dechados aluden a esa dificultad de encajar en moldes de género, como el Dechado #9, que habla del momento en que me di cuenta de que los niños no debían llevar al colegio tarteras con motivos florales”, relata.

“Trabajar en una técnica considerada artesanal y emplearla en el contexto del arte contemporáneo incomoda a ciertas personas. Para mí es un acto de rebeldía y también de afirmación como persona y como artista”.

Barboza es también diseñadora de moda, la familia de Garzón trabaja en el ramo textil y la murciana Sonia Navarro aprendió de sus abuelas bordado y patronaje. Las tres jóvenes artistas incorporan a su obra plástica la dimensión de lo femenino a partir del uso de estas técnicas. La obra de Navarro alude con frecuencia a los moldes para la confección de ropa. “Me interesa salir de la norma establecida”, dice. “En 2012, cuando aterricé en Roma con una beca de la Academia de España, pensé en seguir utilizando estos patrones en mi obra, pero la capital italiana me pareció tan impresionante que no pude evitar utilizarlos sobre fotografías de la ciudad. De esa manera se fueron mezclando mis recorridos con los patrones de costura en los que están cosidos moldes con mis medidas corporales”.

Bordado a mano… o bordado en la mano. Eliza Bennett ha creado unas imágenes impresionantes. Su obra A Woman’s Work Is Never Done nos muestra imágenes de sus manos bordadas. Una sensación de autolesión, de castigo y sufrimiento. Sin embargo, su intención era otra. “Lo que yo quería era llamar la atención sobre la gente que trabaja con las manos, sobre eso que tradicionalmente ha sido denominado las labores femeninas. Es una muestra de respeto para ese trabajo anónimo y no reconocido, una expresión esencial de su dignidad”.

Pero también hay labores consideradas muy masculinas que se realizan con hilo y agujas. Maurizio Anzeri es hijo y nieto de pescadores. “Siempre me ha parecido divertido que mis bordados sean entendidos como una apropiación de técnicas tradicionalmente asociadas a las labores femeninas”, afirma. “Pero mi primera experiencia con el bordado procede de un mundo de hombres rudos haciendo una actividad muy masculina. Soy descendiente de pescadores y he visto a hombres usar agujas e hilos toda mi vida. Me gusta esa paradoja y ambigüedad sobre el uso del bordado en mi trabajo como artista. Los pescadores usan las redes para capturar peces; yo, agujas e hilo para capturar imágenes”.

El campo de libertad que ofrece el arte contemporáneo abona con estas técnicas sus posibilidades expresivas y amplía el espectro de significación. Un arte o habilidad artesana doblemente apropiado porque permite, como dice la expresión popular, no dar puntada sin hilo.

elpaissemanal@elpais.es

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